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Mar 28, 2016 Marcelo Padilla Opinión Comentarios desactivados en 763 palabras

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Estoy sentado en el sobrante del ventanal mirando la nada de la siesta. Hay sol, un buen sol para calentarse por un rato. La calle no arriesga. Es pura siesta de otoño y se le parece. He almorzado una mandarina y me he ubicado de tal forma en el sobrante que no pienso modificarme. Hacía mucho que no lo sentía. Estar así. Sin revoloteos, sin tanto revuelo en la mente. Sin la obligación. Pasa una camioneta comandada por un hombre viejo. Una sucia camioneta sin nada, a media velocidad, que sigo lento con la mirada como a un cortejo fúnebre. No quiero nada. Fumo. He dejado el teléfono sobre la cama sin batería. Un libro sobre la mesa de luz sin luz. El lavarropas funcionando a lo lunes. Estoy solo.  Y todo –y cuando digo todo es todo- me chupa un guevo. Más quisiera un CEO estar así por un rato. Fumo. Soy adicto. No creo pueda dejar. Nado, ando en bicicleta. Me voy a morir. Y todo me chupa un guevo. Tengo mis ideas y a veces las contradigo con mis acciones. Por momentos van juntas y por otros no. No me importan en demasía la coherencia, la moral ni la ética. Estoy siendo así en mi vida que ya rumbea hacia el medio siglo en unos años. Soñé con ser jugador de fútbol, o ser guerrillero.  Épica. Pura épica. Y solo soy esto, un tipo que está sentado en el sobrante del ventanal de mi casa mirando la nada de la siesta. Tuve un perro que se me perdió y un gato que se me escapó. Ya no me calientan. Plata no tengo ni voy a tener. Herencia menos. Soy un arrojado, como todos, a vivir como se puede. A hacer lo que se puede. A decir lo que me sale y a escribir lo que pinta. Fumo. Busco otra mandarina de la heladera y pispeo como un viejo haragán la cuadra. No voy a dormir la siesta. El baño pierde agua hace 20 días y todavía no llamo al plomero. En la pecera todos están bien, gordos y, por lo que noto, contentos. La mandarina…rica, aunque le falta, tal vez no sea la época, pero igual sabe bien, como la cáscara. Me como la cáscara de la mandarina mientras todo me chupa un guevo. “Quién pudiera”, diría un amigo…y sí, yo puedo. Hemos acelerado todo como si la sola voluntad fuera a modificar la mente de la gente. He sido parte de esa aceleración, lo asumo, y no creo haya servido demasiado. Al menos para mí. 24 horas diciendo verdades suena raro. En cualquier persona suena raro. No corro más. Me cansé de las frases hechas y de las por hacer. Y desconfío de las selfies en las marchas. Podrán decir que he caído en el escepticismo o que estoy depresivo, o lo que sea. No me interesa. Tienen razón todos, porque en algún sentido somos lo que dicen los demás de uno. El discurso de los demás nos interpela. Pero a mí me está chupando un guevo todo. Es un lujito que me doy. Obama, Macri… ¿quiénes son? Uno que se va y otro que en unos meses se va a querer ir. La cuestión es la diaria. El “mero estar” en el mundo. Como uno imagina a los cariocas. O a los hombres y mujeres del altiplano, o a los cazadores en la selva amazónica. Aviso que a mí no me  picó nada. Al contrario, no uso ningún repelente. No estoy pudiendo leer los diarios y eso me hace bien. La tele es un mueble y cada tanto veo un partido. El sábado me devoré un All Boys 5 Chicago 2, un clásico que no se jugaba hacía 15 años porque los dos equipos estuvieron en distintas categorías. Leer en internet me da mucha paja. Prefiero los libros impresos, soy de otra época. No me adapto ni me pienso adaptar. En eso soy conserva y en otras cosas también. Pero me interesa lo imprevisto. No saber a veces está bueno. ¿Por qué puta siempre hay que saber? Demasiado victoriano. Prefiero fabular. O dudar y desconfiar. No quedar bien con quienes se supone hay que quedar bien porque es políticamente correcto. Es más, a esos me gusta joderlos. No comulgo con los guetos. Toco y me voy. Por eso debe ser que estoy sentado aquí en el sobrante del ventanal comiéndome ahora la tercera mandarina y escupiendo las semillas. Sí, ya sé, estoy hablando demasiado de mí, pero ojo, que también estoy hablando de vos.

happy wheels

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• Debate de ideas, Marcelo Padilla