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Lo que fue una insinuación de Cristina en la ONU se transformó en una certeza: Estados Unidos protege a Antonio Stiuso, ex agente de inteligencia, encargado de la investigación del atentado a la AMIA desde 1994. La pregunta que surge inmediatamente es ¿para quién trabajó Stiusso?
Desde que asumió el fiscal Alberto Nisman en 2004 a cargo de la investigación del atentado todo el material incorporado a la causa era provisto por el espía. Ahora sabemos de los cobros de Nisman por parte de socios de los fondos buitre, de agencias estadounidenses y su remisión a “la embajada” para consultar cualquier actuación.
Ahora comprobamos que es más que un indicio que Stiusso también aportaba según los intereses de la CIA. ¿Por qué estaría Estados Unidos interesado en encubrir el atentado?
La disparatada acusación de Nisman a la presidenta a principios de año también genera preguntas: ¿estaba Estados Unidos detrás de la estocada? ¿Por qué Nisman, que consultaba hasta las nimiedades con la embajada no habría consultado la acusación más trascendente de su carrera? ¿Los jueces dispuestos a investigar pistas curiosas sobre espías iraníes no investigan la obvia acción de espionaje estadounidense e israelí en torno a este tema? Algunos de esos agentes saltaron de DAIA a las listas de Mauricio Macri.
El compromiso de Cristina con la verdad en la causa AMIA sigue una especie de parábola de justicia poética. Clarín y su séquito golpista operaron a tiempo completo a principios de año para desestabilizar y de mínima horadar el gobierno nacional, contaron con ayuda del espionaje interno y externo, con jueces y fiscales. No pudieron, ahora hay que armar piezas de ese rompecabezas.
Según informes mediáticos, en la muerte de Nisman vuelve a tomar fuerza la hipótesis del suicidio inducido. En esa línea tendrán relevancia las decenas de llamadas entre Patricia Bullrich y el fiscal, lo mismo que su relación con Laura Alonso, ambas diputadas del partido de Macri y con fluidos contactos con la comunidad de inteligencia estadounidense e israelí, incluyendo financiamiento buitre.
Investigar estas cosas promete nuevas revelaciones a los argentinos, resulta una deuda con la memoria, verdad y justicia que en nuestro país aspira a convertirse en política trascendente a los gobiernos. Es esperable que haya más obstáculos, intentos de desviación, pistas falsas, en fin, todo eso de lo que la causa AMIA está llena desde 1994, la diferencia es que algunas máscaras se cayeron.
En medio oriente también
En cuatro días Rusia da principio de solución a lo que Obama había anunciado que llevaría muchos años: destruir al Estado Islámico. El bochorno no podría ser mayor. No saben cómo detener a los rusos.
Los famosos yihadistas del EI no pueden creen que les tiren bombas de verdad contra todo que les habían prometido sus amigos y desertan en masa.
Estados Unidos denuncia que Rusia ataca población civil con tanta “¿mala suerte?” que el mismo día bombardean un hospital de Médicos sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, dejando 19 muertos y decenas de heridos. Médicos sin Fronteras sostiene que hace tiempo los militares norteamericanos tienen las coordenadas del hospital. No creen en un error.
Otra máscara que se cae. Parece que era mentira atacaban al EI. En muchos casos fue evidente. Al día siguiente de que Turquía anunciara que se sumaba al combate al ISIS realizó dos acciones: le robo territorio a Siria con el pretexto de una “zona de seguridad” y atacó a los kurdos, únicos rivales del EI en la zona de Kobane (lugar del que provenía Aylan Kurdi, el niño encontrado muerto en las costas turcas).
Como, se comprueba ahora, los ataques estadounidenses eran una simulación, atacaban a todos menos al EI.
Planteando un interesante debate sobre los restos del derecho internacional en lo que sería un buen homenaje a los 70 años de la ONU, Rusia no se cansa de recordar que los únicos autorizados a operar en Siria son ellos, a quienes su presidente legítimo, Bashar Al Asad, pidió ayuda. Todas las otras intervenciones extranjeras están fuera de cualquier marco legal.
Estas máscaras que se caen muestran el rostro monstruoso del complejo militar industrial estadounidense. Un sistema que necesita el terror para funcionar. Así crearon los monstruos perfectos: grupos indescifrables que degollan periodistas frente a las cámaras o destruyen ruinas históricas irrecuperables, ni Hollywood lo hubiera hecho mejor.
Estos son logros de la política exterior estadounidense y no pueden hacerse los distraídos: son responsables de los deguellos de los periodistas y de la destrucción de las ruinas de Palmira entre tantísimas atrocidades.
El mundo necesita urgente una masa crítica estadounidense que ponga coto a los locos de adentro que están llevando desastre tras desastre a todo el mundo. No somos enemigos de los estadounidenses y admiramos muchas cosas de aquél país, por eso aspiramos, tratando de no caer en infantilismos, a que reaccionen al menos parte de sus dirigentes.
De igual modo, en cada país, esa locura belicista tiene sus representantes locales y allí hay tarea para nosotros.
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