Fuego y furia

Ene 14, 2018 La Quinta Pata Mundo Comentarios desactivados en Fuego y furia

La imposibilidad de encontrar pruebas concretas y exponerlas sigue intacta como obstáculo insalvable para la comprobación concluyente de la existencia de conspiraciones. Se asume que ocurren de continuo pero nuestras reservas sensibles y racionales impiden apropiárnoslas y gritonearlas a los cuatro vientos.

Pongamos que el nuevo libro del periodista Michael Wolff, Fire and Fury: Inside the Trump White House (2018) sea un nuevo capítulo en la lucha inútil entre las teorías conspirativas, el sentido común y la verdad verdadera.

En el norte de América la gente linda gusta de preguntarse si Donald Trump conserva sano su juicio o si alguna vez lo ha tenido. Lo debate con cuidado con amigos, vecinos o compañeros de trabajo que pudiesen compartir animadversión por el mechón rubio teñido y ridículo que se empeña en desorganizar vidas liberales y progresistas, las que hasta su advenimiento se hallaban colmadas de felicidad un tanto muelle. También abunda la pregunta sobre si este hombre de vocabulario limitado es un buscador empedernido e inmaduro de satisfacción inmediata. Si tiene la capacidad de presidir el país más poderoso del planeta a pesar de su evidente falta de cultura, su grosería infusa, su matonismo y estupidez lapidaria. A estas cualidades parece apuntar el libro. Sus más cercanos colaboradores, ratifican.

A quienes lo detestan les alegra que Wolff confirme sus sospechas; que el consenso censurador de su persona se amplíe y se le puedan atribuir todas las burradas que ocurren en el mundo entero. Mientras, gobierna (¿suena esto conocido allá por el sur?), hace daño y sus acérrimos y ofuscados críticos se regocijan satisfechos apoltronados en el sofá y con los pies en pantuflas sobre la mesa ratona del living o sobre un escritorio, o sobre mesa cualquiera al uso. Tranquilos; total, es un pánfilo y nos hacemos rulos que será destituido por sus propios partidarios.

Pero seguro que no se tiene en cuenta la conspiración de que todo esto pudiese estar súper fabricado. Porque no cualquier salamín llega a la presidencia de Estados Unidos, ni a la de ningún país que se precie. Se vende una imagen que aparte de sosegar, entumece. En vez de obligarse a pensar mejor una resistencia menos inane y tratar de espantar el abejorro aunque sea a pinches ramalazos de luz.

Por HD