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Abr 08, 2008 La Quinta Pata Creacion Comentarios desactivados en Creación: Fobal clú
Fobal clú
-¡Camilooo!… ¡Andá, traé la vaca!
Lo que podría parecer un castigo para Camilo, era una dicha.
Antes que la soga, agarraba su pelota de goma; esa de los Reyes de hacía dos años. Entonces sí salía a buscar a la vaca.
Cruzaba la cancha, acompañado por el crujido del salitre seco a cada paso.
Camilo nunca fue a la escuela. Tenía ocho años, un pantalón de hacía seis y una pelota color ladrillo con rayas blancas finitas.
-¡En este momento sale el equipo de Independiente a la cancha! – anunció como todos los días. Trotó hasta saltar por arriba del alambrado caído y pasó por las jarillas hasta el gramillal, lo único un poco verde que crecía en El Cerrito.
-‘Tá flaca la vaca… -. Y la pobre bestia lo miraba de reojo, mientras masticaba una mata de gramilla seca. Camilo le ató la soga al cogote y la soltó de la cadena oxidada. –Vamo pa’ la cancha-, le dijo.
Vaya uno a saber de dónde habría sacado semejante rito ridículo y cabalístico, pero le golpeaba el lomo un par de veces como para darle ánimo; como un director técnico. Obligada, la vaca alargaba el paso. La apuraba Camilo con un trote ansioso.
-¡Entra el equipo de Acléticooooo!-, alargó el relato.
La vaca entraba justo por un agujero entre las butacas destruidas de la platea de socios. De ahí, derecho al área grande donde se sostenía el único arco que quedaba medio en pie, todavía dispuesto a luchar contra el abandono.
El área grande toda blanca, toda salitre. Ahí la dejaba.
Ahí la dejó y arrancó desde la mitad de la cancha eliminando a cualquier rival que se le interpusiera en su camino al área.
Leer todo el artículo – Cerrar-…¡Y sigue Camilo! ¡“Impresionable”, no lo pueden parar!
Armaba una mezcla del fútbol del abuelo de los años ’40, de un tío de los ‘75, de alguna radio de los Víctor Hugo del ’89, y tal vez de algún partido en televisión visto a la pasada.
Las imágenes de los rivales se cruzaban, picaban de un lado a otro, de arriba a abajo; como la pelota en los desniveles de la cancha.
-Y ya llega Camilo a enfrentar al último rival, la toca para el Chicho Torti, se la devuelve, entra al área, esquiva al “dos”… ¡tiró!…. ¡Goooooool!
Corría delirante detrás de la pelota recién pateada. Sabía bien que no debía pegarle muy fuerte, por el peligro de mandarla al desagüe. Después, con la redondita bajo el brazo, corría entre el griterío de la Sindulfa, la número “doce”; el “Zorrino” Donaire; el cartel con el rey de copas y, finalmente, frente al Carlitos Valdez, lo señalaba con el dedo índice y saltando en sus alpargatas rotas, le dedicaba el gol. Y al ataque otra vez.
-Solo faltan dos minutos; el partido se ha puesto difícil para el Fobal Clú Independiente… Van uno a uno. Camilo recibe un pase largo, la pelea Camilo, la pelea… ¡La ganó Camilo! Entra solo al área, esquiva al “dos”, patea… ¡gol! ¡Goooool! ¡Gooooooool!- Una gran corrida detrás de la pelota y la vuelta dedicada.
-¡Terminó el partido, señores!- Camilo saludaba en medio del delirio de toda la popular, ubicada al costado de los tamarindos. ¡Dos a uno!
Agarraba al “dos” que seguía rumiando su mata de pasto. Para Camilo era un chicle, como uno de esos que le dieron en el quiosco de Sosa.
-¿Cómo hacés para masticar y jugar a la vez, vos, “dos”?- Él se lo había tragado durante el relato.
Después del partidazo, de vuelta, dejaba la vaca atada al eucalipto, se lavaba los pies en la canilla y ya estaba pleno.
-¡Camilo! ¡Andá, traé la vaca!
Primero, la pelota y la soga. Y salió al trote, Camilo. Entró a la cancha.
-Recibe Camilo, la da para el Pato Pastoriza, abre para Tévez, va a buscar el centro, cabecea… ¡Afuera!… Cambió de frente para Grillo, se la da al “Frasco” Muñoz, jugó para Camilo y… le pegó al arco. Affffueraaa.
Estiraba el suspenso. Sabía que iba perdiendo uno a cero, pero tal vez por instinto sentía que todo acto heroico depende de la insistencia más que del azar. O de ambas cosas, bah.
Otro ataque. Otra vez afuera, y se hacía tarde.
-¡Sigue Camilo!.Enfrenta al “dos”, se mete por el medio…- Nunca supo si se cayó solo, porque le pareció que la vaca había movido la pata.
-Cayó Camilo dentro del área- mientras se sacudía el blanco del salitre y aguantaba el dolor de los raspones. Miró a la vaca.
-¡Penal!-, le dijo. El “dos”, en tanto, masticaba su chicle mirando para otro lado.
Valía un empate. Acomodó la pelota después de contar diez pasos. Tomó aire. Caminó cuatro pasos más. Solo escuchó el Zonda que soplaba más cálido que nunca. Apretó los dientes. Corrió. Y pateó.
La pelota subió. Subió más allá del travesaño, del pichanal, hasta caer en el medio exacto del cauce del desagüe. Camilo corrió muy tarde, sorprendido.
Se quedó sentado largo rato a la orilla, como esperando algún milagro. No lo hubo.
Volvió a la cancha. La vaca seguía mascando. Se oían los pasos y las pezuñas en el salitre. Uno a cero.
No pudo dormir en toda la noche. Sabía que iba a volver a escuchar la orden.
-¡Camilo! ¡Andá, traé la vaca!
Uno a cero. Agarró la soga.
Néstor De Monte
Néstor De Monte: General Alvear,1963 – Mendoza, 2007. Cuentista y colaborador en revistas deportivas. Fue docente de niños y adolescentes; preparador físico en clubes deportivos y en programas para niños y jóvenes en riesgo y marginación. Especialista en pequeñas y medianas empresas del agro y comercialización. Ha editado cuentos en Viña Nueva, selección de jóvenes escritores, en ECM, Mendoza. La mayor parte de su obra se encuentra inédita. Con Fobal Clú se realizó el cortometraje homónimo, con guion de Sonnia De Monte y dirección de Mario Herrera, en Mendoza, año 2004.
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