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Aún no salgo del impacto que me produjo el discurso del Papa del 9 de julio ante los Movimientos Populares en Bolivia.
No lo analizo desde lo religioso sino desde lo social y político. Le hallo una trascendencia indisimulable. No puede hacerlo ni siquiera el diario La Nación pretendiendo reescribir supuestos telegramas de Francisco.
Hablamos de temas que suponen ciclos largos. ¿Qué tan largos? El Papa pidió perdón por las atrocidades cometidas por la Iglesia durante la conquista. Por si quedaran dudas de la referencia a ciclos largos, el Papa jesuita volvió al sitio del que fueron echados los jesuitas, las Misiones del Paraguay, a decir “estoy en casa”. Ciclos de cientos de años.
Claro, es muy difícil ponderarlos con tanta contaminación audiovisual. Los (fuerzo la palabra, diría Francisco) genocidas televisivos impiden visualizar el fenómeno.
Tierra, techo y trabajo para todos, como un derecho por el que vale la pena luchar, es en sí mismo todo un programa. Propone, además, tres tareas: poner la economía al servicio de los pueblos, unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia y defender la Madre Tierra.
Habla de un cambio, “un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor”. Un cambio redentor en boca de este Papa no es cualquier cosa. Es un cambio del rol geopolítico de la Iglesia, es un cambio que tendrá sus particularidades religiosas, pero que es antes que nada eso, político. Supone un “mandato” a los cristianos para militar, para “hacer lío”. Vaya a saber en qué cosas pueda derivar, y, como dice Atilio Borón, hace bien en preocuparse y pedir que recen por él.
No es un Papa comunista, ¿quién podría dudarlo? Sólo los macartistas sistemáticos que defienden sus privilegios con la acumulación mediática y la persecución. No es comunista, es un jesuita que vuelve a la obra pastoral, vuelve a su casa, a su Misión, como dijo claramente en Paraguay, aquella en que los clérigos educaban, construían, alimentaban, defendían los pueblos, ponían manos a la obra terrenal y no sólo “contemplaban” injusticias.
El retorno de este Papa a su casa no podría llegar en mejor momento. Desde muchas miradas, desde diferencias conceptuales profundas, no podemos más que aplaudir este Papa de las obras en un mundo plagado de guerras, especulación, injusticias y mentiras. Con especialistas de la manipulación manejando los resortes clave en cada una de las sociedades, aquellos que les permiten tomar conciencia de sí misma, aquellos resortes que este Papa denunció como “la concentración monopólica de los medios de comunicación social”.
El milagro civilizatorio que permitió preservar la promesa del retorno de aquellos jesuitas expulsados es muy similar al milagro de los pueblos que resistieron y resisten la opresión semiótica del poder asesino y falaz. ¡Cuánto por hacer! ¡Qué lindo lío!
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