La Campana de Cristal de Sylvia Plath

Nov 15, 2020 La Quinta Pata Reseñas de libros Comentarios desactivados en La Campana de Cristal de Sylvia Plath

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Por Ivana Ilardo

Sylvia Plath ( 1932-1963), narra “La Campana de Cristal” a través de Esther Greengood, su alter ego y protagonista de la novela. Se trata de un relato en primera persona intimista, subjetivo y cristalino en cuanto a las escenas que detalla. Es como estar sentadxs frente a una pantalla/vidriera y ver pasar escenas y personajes que describen “el sueño americano de los años 50” para una joven veinteañera.

La novela narra la historia de una chica que tiene todo lo que una joven puede desear en el Nueva York de aquellos años: una carrera prometedora, un pretendiente que estudia medicina y toda una vida por delante. Esther Greenwood ha ganado una beca para trabajar en una revista de moda en la gran ciudad y siente que por fin podrá realizar su sueño de ser escritora. Pero entre cócteles, noches de fiestas, hoteles y restaurantes esplendorosos descubre que esa sociedad desprecia las aspiraciones de las mujeres que no aceptan el rol que les ha sido asignado. En esa época las mujeres son “las reinas de la casa”, ese calificativo es el que define la especificidad femenina al servicio del hombre y de la familia.

La estructura de la novela es muy sencilla. Está escrita en clave autobiográfica por eso quizás es que decide publicarla con el seudónimo, Victoria Lucas. El relato contiene dos momentos claramente diferenciados. Una primera parte desde el capítulo 1 hasta el 9 y otra desde el 9 al 20. Esta separación representaría lo que Aixa de La Cruz describe en el prólogo a la edición de Penguin Random House 2020, “el paso de la adolescencia a la juventud de su protagonista, su pérdida de inocencia”.

La trama comienza muy luminosa, con circunstancias que alucinan por las características mencionadas (fiestas, cenas en restaurantes importantes siempre cerca del esplendor de personajes famosxs, hoteles radiantes). Estas escenas inflaman no solo las pupilas de quien se encuentra con ese mundo, sino también las aspiraciones de una joven que pretende ser escritora. Sin embargo, todo se oscurece luego de que intentaran violarla: “hasta entonces no había conocido a un hombre que odiara a las mujeres”, dice el personaje.

Desde esa noche cambia completamente el tono de la narración. Cuando Esther vuelve al hotel va hacia la terraza y mientras se deshace de cada una de sus prendas de vestir dice: “una fuerte brisa me revolvió el pelo. A mis pies, la ciudad apagaba las luces en el sueño, cubriendo de negro a los edificios como para un funeral. Era mi última noche”.

Entonces comienza un relato cada vez más asfixiante y desolador aunque profundamente poético que transcurre en Boston, lugar en el que reside Esther junto con su madre. Al día siguiente de esa fatídica noche todo continúa derrumbándose. Su madre le notifica que no fue aceptada la solicitud para una beca de escritura que se “había extendido (…) como un puente brillante y seguro sobre el sombrío abismo del verano”. “Ahora vi que se tambaleaba y se desmoronaba, y un cuerpo con una blusa blanca y una falda verde caía al vacío” relata Esther.

Junto con esa noticia desgarradora comienza el derrumbe de la protagonista que se encierra cada vez más en sí misma hasta la asfixia. Esa “campana de Cristal” era su encierro literal y simbólico. Simbólico porque transcurrida ya la primera parte de la novela Esther hace consciente la equivalencia entre la vida adulta y lo que la cultura del patriarcado tiene para ofrecerle. Y literal porque ese horizonte se transfigura en un encierro clínico en un manicomio en el que se ve sometida a terapias de electroshock.

El prólogo del libro hecha luz sobre un suceso muy importante de la época:

“la prisión neoyorquina de Sing Sing el 19 de junio de 1953, plena Guerra Fría y macarthismo, cumplió la orden de electrocutar al matrimonio de los Rosenberg, acusado de haber revelado secretos sobre la bomba atómica a los servicios soviéticos. El juicio se había iniciado dos años antes y, desde el principio, estuvo rodeado de polémica. Los datos que podían haber filtrado no eran de gran valor y las pruebas, en todo caso, nunca fueron muy sólidas –sobre todo en lo que se refería a la complicidad de la mujer, cuya imputación se dio por hecho que buscaba forzar delaciones-, pero había sed de venganza por las bajas en la guerra de Corea y nada pudo hacer la defensa para salvar a Julius y Ethel de la muerte que más aterra a Esther”. Aclara Aixa De La Cruz en la edición referida anteriormente.

El comienzo de la novela crea el clima de toda la narración y el tono con el que está escrita. Irónico, aterrador, como son las terapias de electroshock y también se podría decir que hace referencia a los distintos tipos de sometimientos y encierros en dos instituciones perversas: la cárcel y el manicomio.: “Fue un verano raro, tórrido, el verano en que electrocutaron a los Rosenber, y yo no sabía qué había ido a hacer a Nueva Yourk. Soy estúpida con esto de las ejecuciones. La idea de que te puedan electrocutar me asquea, y en los periódicos no se leía otra cosa: los titulares desencajados me acechaban desde todas las esquinas por la calle y en todas las bocas del metro hediondas, con un tufo rancio a cacahuetes. No tenía nada que ver conmigo, pero no me quitaba de la cabeza qué se sentiría, cuando te queman viva por dentro. Creía que debía ser lo peor del mundo”.

Toma un dato, un tema universal como éstos para desarrollar un drama individual pero también colectivo como es el de las mujeres de los años cincuenta. Si bien con el cambio de siglo se produjeron los movimientos feministas, sindicales y socialistas más efectivos de toda la historia de los Estados Unidos. La época en el que fue escrita la novela es testigo del apogeo de la madre-ama de casa, cuyo condicionamiento ideológico, propagado como un estilo de vida por los medios de comunicación de masas, es denunciado en 1963 por Betty Friedan en The Feminine Mystique. Éste fue el libro más vendido del mundo sobre las mujeres, uno de los textos fundamentales del feminismo después de Un cuarto Propio de Virginia Woolf (1929) y el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir (1949)*.

Sylvia Plath escribió esta novela inmediatamente después que su marido, el poeta Ted Hughes, la dejara por una nueva amante y a cargo de dos hijos en una situación de pobreza. Sin embargo junto a aquél gran amor ella intentó ser lo que De La Cruz describe como: “la poeta y la mujer del poeta, genio y musa, objeto y sujeto. Fue ingenua y aspiró a una relación entre iguales en el seno de una institución –la heterosexualidad, el matrimonio- que se definía por la desigualdad”.

Desde entonces Sylvia volvió a percibir esa Campana de cristal, esa invisible pero asfixiante tragedia personal y social que le negaba sus más íntimos deseos de libertad pero, que al mismo tiempo, le permitieron escriturar su dolor.

* Según Françoise Thébaud en la introducción del tomo cinco de Historia de las mujeres en El siglo XX. Cuarta edición de 2006; Edit. Penguin Random House