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Mar 03, 2019 La Quinta Pata Latinoamérica Comentarios desactivados en La Revolución democrática y cultural como resultado de una acumulación histórica
El camino que va de la resistencia indígena y la lucha obrera al Estado Plurinacional: El profesor Antonio Abal Oña, quien trabaja sobre una historia de Bolivia desde la perspectiva del movimiento originario campesino, brindó a Prensa Rural los antecedentes indigenistas y marxistas que confluyen en el actual proceso de transformación.
Antonio Abal Oña nació en Potosí, “una sociedad eminentemente minera, por lo tanto con continuas luchas de reivindicación”, de allí que sea “imposible que un potosino no tenga espíritu rebelde”. Por eso en el colegio, “de muy chango, a los 15 años”, se interesó en el comunismo y el socialismo para actuar en grupos políticos, comenzando por “los chinos” (el Partido Comunista Marxista Leninista). Luego dirigió el centro de estudiantes y con el golpe de Estado de Banzer se encargó de la Federación de Estudiantes Secundarios de Potosí, “una organización clandestina”.
Ya en la universidad comenzó a estudiar sociología y militó en otra organización de acción y reflexión política “que luchaba por la vigencia democrática y la autonomía universitaria”, participando de la huelga de hambre iniciada a finales de 1977 por cuatro mujeres mineras. En La Paz militó en una organización que “proponía la lucha armada como única salida a la situación”, y que fue su militancia “para toda la vida”.
Debido al golpe de García Meza, en 1980 vio interrumpida su carrera y durante diez años trabajó en un proyecto de desarrollo rural que le permitió “conocer desde adentro el campo y las comunidades aymaras”. Ahí cambió “el chip de la formación marxista por esta otra manera de ver la realidad”. Luego se especializó en periodismo en la Universidad Católica, trabajó intensamente en formación, “apoyando a sindicatos y organizaciones de mujeres y jóvenes”, hasta que por razones laborales se fue a Cochabamba, colaboró con las federaciones del Trópico y participó en la Guerra del Gas, donde en talleres de formación conoció a Evo Morales “muy de cerca”, siendo testigo de la alianza naciente, por lo que se considera “privilegiado por conocer en qué términos se realizaban las negociaciones, su forma de pensamiento y cómo conquistaba a las clases medias” el entonces dirigente cocalero.
Luego dictó historia en la Facultad de Sociología de la Universidad de Sucre, punto de inflexión que lo llevó “a sistematizar la otra historia boliviana y latinoamericana”; apoyó posgrados de interculturalidad y fue parte de un “programa muy interesante” de Economía Comunitaria de una universidad canadiense, hasta que fue convocado a trabajar en el servicio exterior en Argentina. Actualmente trabaja en proyectos de formación y comunicación con jóvenes de pueblos originarios, enfocándose en “política, poder y comunicación”, algo que “hay que trabajar urgentemente”.
“El hombre andino tiene una gran capacidad para amoldarse a las circunstancias, eso explica el interrogante de la Conquista: ¿cómo es posible que 200 hombres con algunos arcabuces y caballos hayan sometido a millones, a una sociedad que también tenía sus ejércitos? Algo ha tenido que pasar y, entre muchas lecturas al respecto, hay una que se entiende mejor: una vez que atrapan al Inca, lo cual es una demostración de poder, los mandos medios se enteran cuál es la lógica del enemigo, con qué claves se manejaban, cuáles eran sus discursos. Uno de esos discursos, fundamental, era la biblia. Por eso rápidamente se convierten a la religión, es impresionante como los curas cronistas señalan la disposición para recibir a dios. No se dan cuenta que lo que hacían era meterse en tu cabeza para saber qué estás pensando y, a partir de eso, iniciar un proceso de resistencia”.
“Eso lo hacen con pactos al darse cuenta de cuál era la ambición que traían los españoles: la plata, el oro, la riqueza, cosas que sólo tenían valor decorativo. Notan eso y dicen ‘a ustedes les interesa que mandemos mineros a Potosí, perfecto, lo vamos a hacer, no es necesario que maten a nuestra gente, pero a condición de que ustedes reconozcan a nuestras autoridades, a nuestros mallkus y quilacatas’. Es lo que el antropólogo inglés Tristán Platt define como “pacto colonial”: el respeto de las autoridades para proteger a la organización interna de los ayllus a cambio del sacrificio de parte de la población, que es la que en muchos casos va a morir en las minas. Eso es válido para el sistema de hacienda que se irá consolidando con los grandes latifundios terratenientes de la época republicana”.
“Esa capacidad es la que permite resistir el fuerte embate de la Colonia, porque no lograron destruir las estructuras fundamentales pero sí las simbólicas, como lo demuestra la edificación de iglesias sobre construcciones destinadas a ritos religiosos de Los Andes, con cimientos hechos por los andinos (las wacas sagradas) y encima construyeron una iglesia, es decir una demostración de poder, de decir ‘han sido derrotados’”.
“Pero no ocurrió así gracias a estos pactos que lograron preservar el conocimiento, se articuló la reciprocidad y seguía en funcionamiento la autoridad del ayllu. De ahí que se hable de ‘una conquista sin conquistados’, porque en el fondo seguía funcionando la lógica del ayllu. Por eso se explican esas guerras de resistencia como el Taki Ongoy, movimiento de brazos caídos que esperaba la llegada de la redención, pulsaciones milenarias que dan el grado de organización que se mantenía”.
“Luego, en la República, esos pactos se hicieron con las nuevas elites gobernantes hasta que se rompieron. Bolívar y los demás decretan que hay que devolver la tierra a los campesinos, pero no ocurre eso por la llegada muy temprana de la lógica del libre mercado de tierras con el gobierno de Melgarejo, donde se despoja a las comunidades y se venden sus territorios. Producto de esa ruptura es que Zárate Willka se organiza para recuperarlas y ya sabemos cómo termina eso”.
“Luego la gran esperanza discursiva pasó a ser la Reforma Agraria, de la cual ya se empieza a hablar en los años ’30 con las ideas de izquierda circulantes. Ese discurso lo agarra el MNR pero no es suyo, sino que nace en el Partido Obrero Revolucionario, de origen troskista. Tristán Marof, uno de sus ideólogos, lanza la consigna movilizadora ‘Minas al Estado y tierras al indio’. Todo esto tiene que ver con esa capacidad de adaptación y resistencia y de seguir el devenir histórico al pie de la letra, porque ellos, de los que se decía que eran ignorantes, bárbaros e incivilizados, estaban manejando mejor las coordenadas de ese devenir. Ésa es la fuerza que hasta ahora está presente en las comunidades”.
“Es un proceso de acumulación que tiene un horizonte hacia atrás, lejano, que parte del momento de las rebeliones coloniales, porque no es que aceptaron la imposición colonial pacíficamente, sino que a los añitos de la llegada de Pizarro hubo una gran resistencia armada en Vilcabamba, al mando de Manco Inca, que duró casi medio siglo. Y este momento que vivimos en Bolivia tiene que ver con esa acumulación histórica”.
“Los pueblos andinos tienen muy presente esa memoria histórica, lo que ha generado experiencias políticas en el mundo indígena originario, como la de la educación transformadora (antes de Paulo Freire) a través de la Escuela de Warisata en La Paz, que en los ’30 lanzó un manifiesto sobre la situación del indio, donde señalaban que era un problema que tenía que ver con la economía y la sociedad. No decían todavía que había que hacer una revolución, pero ya estaba muy claro qué era lo que había que hacer y la educación jugaba ese papel. Warisata es una medida más de acoplamiento que te da la modernidad, pero utilizado como elemento de resistencia y de construcción del futuro. Eso va hilando las acumulaciones”.
“Después va a haber pensamiento propio con Fausto Reinaga, que empieza a hablar de temas políticos fuertes y de construir un movimiento indio, aunque en los años ’20 ya había dirigentes originarios que hablaban de hacer otro país, otro Estado. El historiador Roberto Choque trabaja sobre un grupo que impulsaba una República Social del Kollasuyo porque había que construir otra república ya que esta no era la nuestra”.
“Entonces hay un pensamiento político que se ha ido generando y así surgen el indianismo, el katarismo y, finalmente, el discurso del Estado Plurinacional, que va juntando esta tendencia de raíz más indígena con el marxismo y las luchas de liberación nacional de la izquierda boliviana. Son estas dos vertientes las que se juntan y producen esta revolución democrática y cultural que vivimos hoy”.
Al ser consultado sobre cuál es la diferencia de Bolivia con otros países de la región en cuanto a la preservación de una identidad originaria con reconocimiento institucional, Abal desplegó una sólida “hipótesis” que obedece a las condiciones geopolíticas y económicas de la historia en la región.
“Bolivia se ha creado sobre la base de un eje fundamental que es Potosí. La plata de Potosí es la que genera todo este espacio que ahora conocemos como Cono Sur. Nosotros fuimos un enclave de la plata, todos los pueblos andinos tenían que funcionar con la lógica económica de la mina. Esto nos ha encerrado en Los Andes. Los peruanos tenían costa y nosotros no, con lo cual teníamos un horizonte muy chiquitito, hemos sido un territorio que se ha movido entre la frontera de la cordillera y una amazonia que no entendíamos porque la lógica económica se ocupó de encerrarnos en la minería y esa ha sido nuestra historia hasta bien entrados los años ’60”.
“Eso que puede verse como algo malo también ha servido para preservar estructuras andinas como los ayllus, que aquí han tenido mayor capacidad de sobrevivencia. En cambio esas puertas al mundo que son el Pacífico y el Atlántico, Lima y Buenos Aires, han permitido grandes flujos migratorios europeos, como también sucede con Santiago de Chile. Esa es una explicación de porqué aquí se ha preservado con mayor fuerza una identidad basada en ayllus y comunidades y en esa cultura que hemos forjado alrededor de la minería y que también ha permitido un movimiento muy fuerte”.
Abal explicó que las personas depositarias del conocimiento en las comunidades relatan la historia como si hubiera sucedido ayer. Dicen: ‘cuando llegó Túpac Katari hizo así…’, o sea, cuentan vívidamente los episodios. “Estudios sobre colonialidad dicen que nos han impuesto otra manera de percibir el tiempo y que no es el mismo que el de las comunidades”, explicó.
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