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Nov 01, 2015 Hugo De Marinis Mundo Comentarios desactivados en Las elecciones canadienses y el voto útil
Quienes respaldan el axioma regresivo que la vulgata universal atribuye a Francis Fukuyama se sentirán, hoy por hoy, exultantes. Es conocimiento común que en su best seller el profesor estadounidense de origen japonés auguraba la clausura de la historia, la muerte de las ideologías, el suspiro final de las utopías.
En cambio, los que descreen de semejantes exabruptos – de oídas, porque la mayoría no se acerca a El fin de la historia y el último hombre (1992) ni con una caña de pescar – deben contemplar el panorama del mundo con turbada reserva. Obsérvense si no las elecciones canadienses, las polacas, las griegas (y no voy a opinar de la primera vuelta de las argentinas para no meterme en líos, pero con el entendimiento del retroceso social que significaría un triunfo de Macri en el ballotage)
Así de largas como las argentinas las elecciones canadienses resultaron bastante menos agitadas. Las plataformas electorales de liberales, conservadores y del Partido de la Nueva Democracia (NDP) en la historia reciente del país se asemejan demasiado y siempre es necesario un esfuerzo del elector para decidirse firme por alguien. El asunto en la ocasión se presentó algo más áspero que de costumbre pero solo porque entre los opositores al oficialismo conservador urgía el consenso de sacarse de encima a Stephen Harper.
De todos modos el primer ministro se las rebuscó para sacar más de cinco millones y medio de votos (31,9%), apenas un millón trescientos menos que el joven liberal Justin Trudeau (39,5%) y unos dos millones y pico más que el pollo del NDP (19,7%), Tom Mulcair. Pese a estos guarismos y debido a un elemento que pone en entredicho el sistema democrático que rige este país – el que gana un distrito se lleva todo – Trudeau obtuvo mayoría absoluta de bancas (184), los conservadores, el status de “oposición oficial” (99) y el NDP llegó tercero (44), ni siquiera a placé diría un burrero .
Se ha hablado mucho del llamado voto útil y su perversidad. En la Argentina es menos nocivo gracias al repartimiento proporcional que permite a los partidos pequeños cosechar algo. En Canadá, aún si se llega segundo a un voto del ganador en todos y cada uno de los distritos del país, no se consigue una sola banca en el parlamento. La discordancia entre el voto popular y el voto por distrito donde el que gana arrasa, a más de injusta, empuja perversamente a ese voto útil y al bipartidismo.
Por ejemplo, el NDP, el partido que cuenta con más miembros amigos del progresismo, cuando empezó la campaña picó en punta. Las campañas largas nunca lo favorecieron y una vez más, por el final, se diluyó víctima del voto útil y del corrimiento doctrinario de sus autoridades hacia el centro. Resulta que la agenda conservadora les impuso a sus contrincantes sustanciales la receta del equilibrio presupuestario. El NDP cayó en la trampa y prometió el mentado equilibrio sin explicar cómo financiaría sus tradicionales planes sociales. Es que Tom Mulcair se inspiró tardíamente en el modelo de Tony Blair, casi veinte años después de la thatcherización brutal del laborismo británico que recién en estos días se vuelve a oxigenar a fuerza de jóvenes, trabajadores y desempleados , y de su nuevo líder, Jeremy Corbyn.
Los liberales de Justin Trudeau aprovecharon la miseria de lo que se ofrecía a la izquierda de Harper, levantaron el guante y aseguraron que gastarían sumas importantes de dinero a través de endeudamiento, para crear trabajo e infraestructura: al diablo con el presupuesto equilibrado. En realidad, elevar el gasto público es una de las recetas de cajón para poner en movimiento una economía en apuros, recesiva, como la que deja gobierno saliente. Trudeau madrugó a Mulcair, le arrebató una bandera y con ella solita derrotó a Harper.
El problema ahora es si Justin, como lo nombraba despectivo el primer ministro saliente, va a cumplir lo que prometió. Lo ven como el único cuadro inteligente y con propuestas del Partido Liberal hasta los que no votaron por él; pero sus compañeros están muy acostumbrados a achicar, echar, recortar y privatizar ya desde la última victoria en 2004 cuando ganó el (neo) liberal Paul Martin, quien allanó con sus presupuestos mezquinos el camino a los ultraconservadores de Harper. Hay que ver cómo se amoldan, si es que se amoldan los conmilitones de Trudeau. Para dar un ejemplo la premier liberal de Ontario – Kathleen Wynne – anunció la última semana de octubre que va a vender en el mercado el 60% de la compañía pública de electricidad de la provincia. No se ha pronunciado al respecto el joven primer ministro, pese a que los muchos que se oponen denuncian que la transacción sería ruinosa para las finanzas provinciales y para el bolsillo de la gente de a pie.
Una de cal y otra de arena: Trudeau le avisó a Obama el retiro de los aviones que han estado activos bombardeando territorio sirio. Que se va a ocupar en serio de cuidar el medio ambiente y que va a ampliar la recepción de refugiados sirios, afganos, iraquíes, somalíes y eritreos a 25.000 antes de fin de año. El correo, que estaba en proceso de suspender el servicio a domicilio de entrega de cartas, hizo marcha atrás a la espera de las directivas del mandatario entrante. Buenas nuevas que impulsan al optimismo. Pero más halagüeño que los puntos anteriores, da su palabra de revisar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica que Harper firmó. Una semana antes de la votación Justin declaró que los liberales estaban por el libre comercio, aunque no le parecía bien el secreto de sus cláusulas.
El pibe Trudeau le ganó a Harper también, aparte de por sus promesas y talento, por la pinta, la juventud y el apellido. Su padre, Pierre Elliott Trudeau, fue el primer ministro canadiense más irreverente y más autónomo de Estados Unidos en los últimos setenta años. Son famosos sus encontronazos con Ronald Reagan y la reina Isabel, y su amistad con Fidel Castro. Se mandó asimismo sus enormidades, pero de eso escribiremos en otra ocasión.
Mi voto útil y perverso fue para el miembro del NDP Andrew Cash que perdió en el barrio contra la candidata de Trudeau, más o menos 21.000 a 20.000. Voto perdidoso de cualquier manera. Mejor para mi conciencia hubiese sido que atendiera convicciones en vez de especulación. El compañero Miguel Figueroa del Partido Comunista sacó 261 sufragios (0,52%) en el distrito y 4.382 a nivel nacional, 1450 más que en 2011, cuando se presentó la última vez. Un dato sobre los comunistas de acá, nada más y sobre lo que piensan de la utilidad del voto.
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