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Jun 07, 2020 La Quinta Pata Historia Comentarios desactivados en Las Masacres de Napalpí y El Agüará
En 1924 el Estado argentino llevó a cabo una de las mayores masacres del siglo XX contra los pueblos originarios en el Territorio Nacional del Chaco. Esta región presenta poblamiento humano desde hace más de 4 mil años. A fines del siglo XIX estaba habitaba por cinco grupos originarios: a) mbayá-guakurúes: que incluía a los qom o tobas, mocovíes y abipones; b) los mataco-mataguayos: que incluía a los wichi o matacos; c) los chiriguanos; d) los chané; y d) los lule-vilelas.
En 1885 el gobierno del general Julio Argentino Roca lanzó la “Campaña del Chaco” contra los pueblos del nordeste, a cargo del general Benjamín Victorica. Se calcula que al final de la campaña más de mil originarios habían caído bajo el fuego del ejército, y el Territorio del Chaco fue incorporado al Estado nacional y al modo de producción capitalista. Las tierras ocupadas fueron vendidas a colonos europeos.
Pero los enfrentamientos entre el Ejército y la resistencia de los pueblos originarios se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX. De hecho, este es el origen del nombre de la capital del Chaco: Resistencia. Si bien en 1917 se dio por concluida la “Guerra contra los Tobas” (Toba es el nombre que se le daba al pueblo Qom), se registraron nuevos enfrentamientos en 1918, 1919 y 1923.
Para “contener” a los indígenas dispersos y prisioneros tras las campañas militares, el Estado creó las “Reducciones Indígenas”. Su función era mantener reunidos a los aborígenes en los momentos del año en que su fuerza de trabajo no era necesaria. Para la década de 1920 los qom y otros pueblos estaban incorporados como obreros en la producción de tanino, madera, algodón y azúcar, en condiciones de servidumbre. La “Reducción de Indios de Napalpí” –hoy Colonia Aborigen Chaco “Omaixac da Carviraxaqui”- fue fundada en 1911 y sus ocupantes solo tenían títulos precarios. Ese lugar había sido escenarios de batallas el 4 de mayo de 1883 y el 4 de febrero de 1890. Quizá por ello fue llamada de ese modo, ya que Napalpí en idioma qom significa “Lugar de los muertos”. Hasta 1915 la colonia se sostenía exclusivamente con la explotación de madera, pero a partir de entonces se incorporó la agricultura del algodón.
Las causas de la huelga de 1924 hay que buscarlas no solo en la ocupación militar del espacio aborigen, sino también en las medidas que el gobierno territorial tomó ese año. Una de ellas fue la prohibición de que los originarios salieran a trabajar fuera del territorio chaqueño, impidiendo mejores condiciones de trabajo y salarios. Otra fue la prohibición de la caza, lo que los forzaba aún más a emplearse como asalariados de los hacendados criollos y europeos. Por último, una ley los obligaba a entregar al Estado el 15% de la producción de algodón -cuyo precio se había desplomado-, lo que agravaba aún más su situación económica.
A esto se suma el resurgimiento del chamanismo, bajo la forma de los movimientos milenaristas y mesiánicos. Eric Hobsbawm define al milenarismo como la esperanza de un cambio completo y radical en el mundo, que se reflejaría en el milenio. “Lo que lo hace milenario –dice Hobsbawm- es la idea de que el mundo, tal cuál es, puede –y de hecho lo hará- acabar algún día, para resurgir profundamente cambiado”. Martínez Sarasola señala la función que tiene el líder como “mesías” o “mensajero divino”. El mesianismo es una forma de milenarismo. Ambos autores señalan el carácter popular del movimiento, ya que la salvación no se dará individual sino colectivamente.
Entre los nuevos jefes chamanes que encabezaron el movimiento encontramos al mocoví Pedro Maidana y a los qom José Machado y Dionisio Gómez. En 1923 Gómez anunció que “iban a resucitar todos los que habían sido mal muertos por los cristianos”. Al año siguiente hubo robos a las haciendas y caza de animales para alimentarse. La prohibición del chamanismo encendió aún más el descontento.
Los terratenientes comenzaron a azuzar el miedo a un alzamiento indígena para forzar al gobierno a actuar. El 19 de mayo el gobernador Fernando Centeno se reunió con los líderes rebeldes buscando una mediación y prometió mejoras laborales, por lo que los manifestantes optaron por desmovilizarse. Sin embargo, un mes después, al no verse cumplidas las demandas y ante el asesinato del chamán Sorai por la Policía y la confusa muerte de un colono francés –acaso por venganza-, la situación se disparó.
Los criollos y los europeos comenzaron a abandonar la zona. En El Agüará, indígenas desarmados ocuparon pacíficamente una chacra, levantando sus viviendas tradicionales. En Napalpí y otros lugares se declararon en huelga por tiempo indeterminado. Cuando amenazaron con realizar una movilización hacia las provincias de Salta y Jujuy, algo prohibido por la ley que impedía la movilidad, el Estado desató la represión.
El 19 de julio unos 130 efectivos de la Gendarmería Nacional, la Policía del Chaco y matones privados de los terratenientes, armados con fusiles Mauser y con apoyo de una avioneta de reconocimiento, se movilizaron desde Quitilipi y cercaron a los indígenas de El Agüará. El ataque comenzó a primeras horas de la mañana, cuando alrededor de mil qom, wichis y criollos correntinos refugiados entre los indígenas realizaban un baile religioso. El tiroteo duró alrededor de 45 minutos y se dispararon más de 5000 balas.
Los atacantes no encontraron resistencia, ya que la concentración era pacífica y los chamanes habían advertido que el baile ritual los protegería de las balas. Martínez Sarasola nos dice que “el ataque de las fuerzas nacionales se convirtió lisa y llanamente en un fusilamiento”. Los heridos fueron degollados sin contemplación y los uniformados cortaron testículos, penes y orejas como trofeos de guerra que se expusieron en la Comisaría de Quitilipi.
Mientras tanto, desde la avioneta se arrojaron sustancias inflamables para quemar las viviendas. Los cuerpos de los masacrados fueron arrojados a fosas comunes. El número total de asesinados se calcula en 200 personas.
Poco después, los diputados nacionales del Partido Socialista (PS) Antonio de Tomasso y Mario Bravo (primer legislador originario argentino), denunciaron la masacre y pidieron la conformación de una Comisión Investigadora (CI). Por entonces gobernaba el hacendado Marcelo T. de Alvear de la Unión Cívica Radical (UCR), segundo presidente surgido del voto “universal” masculino. Su antecesor, Hipólito Yrigoyen, había tenido una política contradictoria: al mismo tiempo que llevaba adelante medidas de carácter popular y anti-imperialista, fue responsable de la masacre de obreros en la “Semana Trágica” de 1919 y el asesinato por parte de la Gendarmería de 1500 peones rurales en Santa Cruz en 1921.
El 29 de agosto el ex director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga denunciaba: “La matanza de indígenas por la Policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio para que no pudieran servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados”.
El Informe de la CI denuncia la barbarie de los “representantes de la civilización”: “Los desgraciados nunca creyeron lo que les iban a hacer, de suerte que no intentaron defenderse. Sonó la primera descarga, a la cual surgió con algún intervalo, una segunda y una tercera, continuando el fuego a discreción. La primera fue alta, en su mayoría, pero causó algunas bajas, la segunda y la tercera, bien dirigidas, barrieron las tolderías y entonces se produjo el pánico y el desbande.
Debe tenerse en cuenta que el mago o Dios Gómez había dicho que las balas de los cristianos no les entrarían a los indios, por esto fue que, después de la primera y antes de la tercera, nadie trató de escapar”.
Respecto al trato a los líderes espirituales dice que: “a Maidana se lo mató de forma salvaje, y aunque cueste decirlo en esta Cámara, se le extirparon los testículos para exhibirlos como trofeo de batalla. Se le cortaron también las orejas”.
El gobernador Centeno, en su declaración ante la CI, quiso justificar la masacre diciendo que se trató de un enfrentamiento, aunque no pudo explicar por qué no hubo muertos entre los uniformados.
El levantamiento de Napalpí y El Agüará fue un movimiento pacífico que no provocó muertos entre los colonos criollos y europeos. Sin embargo, fue brutalmente reprimido por el Estado.
Otro movimiento milenarista pacífico surgió en Pampa del Indio en 1933. El profeta Tapaniak prometió la llegada de aviones con alimentos que pondrían fin al hambre de su pueblo. En 1934 el movimiento fue reprimido por la Policía y su líder encarcelado. Otro movimiento surgido en el Zapallar –hoy General San Martín- en 1935 tuvo el mismo destino: en 1937 fue desarticulado por la Policía y su líder Natochi asesinado.
Frente a esta situación, muchos grupos originarios optaron por armarse para resistir a la explotación de los terratenientes y la represión del Estado. En 1933 se registraron combates en la cercanía del fortín El Descanso. En 1936 varias comunidades atacaron la expedición del teniente Enrique Fa en el Río Pilcomayo, pero fueron derrotadas y sus líderes sometidos. En 1938 se disolvió el Cuerpo de Gendarmería de Línea, declarando que las operaciones de “limpieza (étnica)” en el Chaco estaban concluidas y el territorio “pacificado” para los terratenientes y sus socios nacionales e internacionales.
Fuente de las imágenes: https://sobrehistoria.com/la-masacre-de-napalp/galeria-fotos
Bibliografía:
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