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May 12, 2016 Marcelo Padilla Opinión Comentarios desactivados en Macri es de Temer
Los argentinos no paramos de patentar inventos. El bondi, la birome, el dulce de leche, el tango… y cientos de ejemplares más, ligados a la ciencia y la técnica. Borges, Maradona, Messi. Todas buenas. Nos conocen en el mundo por estas iconografías y productos simbólicos. “Somos los mejores”, pensará algún paisano endogámico que no ve más allá de las fronteras. Pero también somos laboratorio de muchos otros descubrimientos e inventos que, frente a los mencionados anteriormente, hemos padecido y padecemos los argentinos. En la historia nacional hemos importado modas de todo tipo: académicas, musicales, artísticas, conocimientos para deglutir en 5 minutos, materia y símbolo, en fin, producimos y exportamos. De la importación hay mucha historia que no viene al caso pero recomiendo para ello estudiar el modelo de acumulación agroexportador del periodo 1880-1930, especialmente, como ícono de un modelo de país que se desarrolló en base al endeudamiento externo, exportación de materia prima e importación de manufacturas. Eso puede hasta googlearse para tener más o menos una idea. Pero vamos al caso de este escrito. La situación de Brasil en relación a la Argentina macrista. Latinoamérica, especialmente Sudamérica es un laboratorio en permanente tensión donde experimentan las políticas neoliberales sus recetas que tuvieron siempre el apoyo logístico y hasta puño y letra de EEUU y los entes globalizados del capital financiero. El experimento en Argentina a través consultoras dedicadas a producir fenómenos comunicacionales de alto impacto coproducidos con los medios de comunicación concentrados tuvo su resultado positivo con Macri presidente. Durán Barba hoy, ayer Agulla y Baccetti con De la Rúa. Claro…hay condiciones y variables que juegan a favor de esos experimentos, porque si no estaríamos pensando desde una visión simplista a la política y su comunicación. Todo producto comunicacional para que sea exitoso en el mercado de consumo debe encontrar las condiciones favorables para su pregnancia sociocultural. En Argentina, desde 2003 a 2015 funcionó un modelo político económico que, sabemos, estuvo atravesado por múltiples contradicciones. No obstante, las líneas generales de los gobiernos de Néstor y Cristina tuvieron como eje a un Estado presente, generador de empleo y consumo interno, industrialización nacional en varias ramas de la economía y una serie de instrumentos de política social que generó derechos para los más pobres y desatendidos en épocas anteriores. Derechos civiles y económicos. Culturales y sociales. Lo mismo sucedió en el Brasil de Lula y en menor medida, por la crisis internacional, con Dilma. La corrupción se dio en los dos países, como en todos los gobiernos, sean de derecha o de izquierda. Pero ese no es el tema que debe definir una posición frente a un modelo político económico. A la corrupción hay que combatirla siempre desde el propio gobierno en el poder o desde la oposición. El tema es que aquí, “la corrupción” es el tema instalado por los medios y referentes políticos de la derecha para invalidar todas las conquistas logradas en los últimos años, luego de décadas de corrupción y neoliberalismo salvaje en la región. Hoy “todo es corrupción” y causas judiciales, y eso, les sirve a los medios concentrados y a la anti política teniendo en cuenta que, mientras más quejosa se pone una sociedad, más rechaza ésta a la política como instrumento de transformación. En definitiva el núcleo central del experimento es “sembrar el germen de la anti política”. La idea: “hacer política es de corruptos”. Y eso es lo que están produciendo estos experimentos. Más allá de los errores de los gobiernos anteriores, -que fueron muchos y contribuyeron a esas condiciones para que los Durán Barba tramen la agenda e involucren el humor social en una apocalíptica idea de que todo ha sido en vano con lo cual hay que extirpar el cáncer y su metástasis combatirla con políticas de ajuste y despidos-, el humus cultural donde se asientan los Macri y Temer es el “odio social y de clase” con la excusa de la corrupción. Por eso el experimento Macri fue y es observado con interés por las derechas latinoamericanas y por los poderes económicos concentrados. Cómo lo hicieron, se preguntan, por el método. En Argentina con el voto de la mitad más uno y en Brasil con la destitución parlamentaria. Todo está por verse de aquí en más en los dos países. Pero hay dos cosas que pueden asegurarse tras los hechos consumados: primero, que los sectores populares no se quedan en la casa y serán foco de resistencia activa en las calles, y segundo, que Macri es de Temer.
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