Oro, alcohol y prostitutas en Canadá, la base del imperio Trump

May 19, 2019 La Quinta Pata Mundo Comentarios desactivados en Oro, alcohol y prostitutas en Canadá, la base del imperio Trump

Por Alfredo Saavedra

Durante la reciente cena anual de periodistas en Washington, el invitado especial, Robert De Niro, al hablar ante la concurrencia y referirse al presidente Donald Trump, dijo que ha sido una “insolente y despreciable escoria”, calificativo que el aludido no oyó, pues en prevención de ser humillado en tales reuniones, no asiste desde que principió su mandato, contrario a sus inmediatos antecesores, quienes siempre asistieron a esa gala sin ser ofendidos como le ha tocado al ahora gobernante.

Según noticias difundidas por medios de importancia, la popularidad de Trump ha caído a sus niveles más bajos lo que, según esa apreciación, hace presagiar que el mandatario tendrá que desalojar la Casa Blanca mucho antes de lo previsto, no obstante los denodados esfuerzos que el multimillonario hace por evitarlo. Eso debido a que por las innumerables demandas judiciales en su contra, está bajo la amenaza de que al perder las elecciones el año entrante va ir a domiciliarse a la cárcel, riesgo que puede evadir mientras esté en la presidencia dada la privilegiada inmunidad que le otorga su condición de gobernante de la nación, conforme lo dispone la ley, como queda anotado por el periodista Tony Burman, en su columna semanal del diario canadiense Toronto Star.

Para mayor descalabro del presidente, hace unas semanas su ex abogado, Michael Cohen, compareció ante una comisión oficial investigadora, para explicar alegatos contra el mandatario y el indagado al describir la conducta de Trump confesó que su cliente era difícil de defender, dado el torrente de cargos que tiene en su contra, pero en todo caso el ex defensor del gobernante tendrá que cumplir por complicidad una condena en presidio mientras el presidente ya desahuciado de la Casa Blanca le irá a hacer compañía al presidio al desleal abogado.

Donald Trump, como se sabe, llegó a la presidencia hasta para su propia sorpresa, dentro de ese extraño fenómeno, común en otras naciones del mundo, del acceso a la primera magistratura por individuos no calificados para ese cargo, en decadencia comparada con la de la antigua Roma, que tuvo como emperadores a Nerón y Calígula, especímenes semejantes al presidente de los Estados Unidos.

Pero la vida le ha sonreído a Donald Trump desde su advenimiento a este mundo compensada su natural estupidez con una millonaria fortuna heredada de su abuelo Frederich Drumpf, quien llegó a Canadá hace dos siglos, conforme el libro de Gwenda Blair, titulado Los Trump: Tres generaciones que construyeron un imperio.

Expuesto con abundancia de detalles en el mencionado libro, que reseña de forma exhaustiva la vida aventurera del abuelo Drumpf (apellido que modificó como Trump para adaptarlo más al idioma inglés) quien abandonó Alemania en 1885 para viajar a América donde esperaba hacer fortuna. Tras llegar a Estados Unidos el antepasado del ahora presidente, se estableció como peluquero, aunque luego su espíritu emprendedor lo convirtió en dueño de un restaurante en Seattle.

La fortuna de la familia Trump principió lejos de las letras doradas de la Torre Trump en Manhattan. Fue una desenfrenada aventura que involucró alcohol, prostitución y oro, relata la autora Blair, pues la fortuna de la familia tuvo como principio en la llamada fiebre del oro desarrollada en ese tiempo en territorio del Yukón. Se dice en la crónica que un anuncio en un periódico local con el titular de “¡Oro, oro, oro! Despertó la codicia del joven inmigrante, con lo que se dirigió al norte de donde, según la noticia, los hombres regresaban con fortunas de hasta cien mil dólares, una inmensa cantidad para esa época, así que el alemán Trump vendió todo, arregló una valija y se dirigió hacia el norte.

Se refiere que el joven Friedrich, luego de superar las dificultades en una peligrosa travesía, ya instalado en la localidad de Whitehorse del Yukón, en lugar de unirse a los buscadores de oro, tuvo la ingeniosa idea de abrir un hotel, donde los mineros tenían alojamiento que incluía, comida, alcohol y acceso a prostitutas, conocidas por entonces como “damas deportivas”, es decir que eran servicios esenciales que figuraban como indispensables de ofrecer a la clientela.

El relato agrega que hasta tres mil mineros pasaron por el hotel del pionero Trump, quienes si no podían pagar con dinero, tenían la opción de hacerlo con pepitas de oro, con lo que el dueño del hotel se creó una posición lucrativa que daría lugar tras algunos años de convertirse en un capital que pasaría a su hijo Fred, padre del presidente Trump, heredero a su vez de esa fortuna en crecimiento. De modo que como quien dice que nadie sabe para quien trabaja, el viejo alemán estaría lejos de imaginar que lo conseguido con su empresa a través de las utilidades derivadas del oro, la distribución de licores y tal vez el muy divertido negocio de la prostitución, dejaría un legado que beneficiaría al nieto que no conoció y quien llegaría a ser un controvertido presidente de los Estados Unidos, nación que recibió al inmigrante a su llegada al Nuevo Mundo.