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Ago 12, 2018 Rolando Lazarte Creacion Comentarios desactivados en ¿Qué vida?
Cuando se habla de “derecho a la vida,” hay que saber de qué se está hablando.
La vida humana no es mera existencia biológica. Somos seres de cultura, valorativos. En plena era en que los derechos humanos, sociales y laborales vienen siendo brutalmente agredidos al punto de que lo propiamente humano se va desdibujando por completo, me siento en la obligación de decir algunas palabras sobre el derecho a existir.
¿Qué es el derecho a existir? ¿De qué vida estamos hablando? Tiene que ser una vida digna y en plenitud. Una vida con respeto a la propia identidad y a las propias elecciones valorativas de cada persona y grupo social.
No puede ser una existencia impuesta, en la que las personas sean sometidas a la fuerza bruta. Ni tampoco una existencia en la que las personas sean objeto de la voluntad de quienes tienen más poder o privilegios.
En la sociedad capitalista, tienden a imponerse los valores, formas de pensar, sentir y actuar de las clases dominantes. Eso crea una situación de presión para los sectores y personas que no comparten esos valores, etc.
Los llamados “medios” de información ejercen un papel crucial en el control de las conductas. Naturalizan lo abominable. Ocultan lo que todos deberíamos saber. En estas condiciones, se establece una situación de conflicto y enfrentamiento en la ciudadanía, en la cual me siento obligado a intervenir.
Me voy a referir ahora, puntualmente, a la cuestión del derecho de las mujeres a disponer de su propio cuerpo. Es un derecho elemental. Debería estar garantizado por la justicia. Pero no es así.
Tal como ocurre con otros derechos, las clases dominantes imponen sus deseos sin obstáculo, contando con la falta de información, el prejuicio, y, por qué no decirlo, la hipocresía de vastos sectores de la población.
Cuando se habla de aborto, debería hablarse también, de quiénes son, en general, las mujeres que quieren o necesitan abortar. Son mujeres que han sido objeto de violencia sexual. Abuso, violación, el nombre que tenga este acto aberrante que se oculta cuando se las condena por querer librarse de un embarazo no deseado.
La misma “justicia” que absuelve femicidas y estupradores, no tiene capacidad para mirar de frente. Creo que va a llegar el día –y tal vez no esté tan lejos– en que las mujeres ya no van más a pedir por sus derechos.
Entiéndase bien. No soy “a favor” del aborto. Soy a favor del respeto a la vida. Soy a favor de que haya justicia. Esto no existe en la sociedad de clases. Existe la dominación, la opresión, la alienación.
Cuando se habla de “género,” para mí debería estar hablándose de “género humano.” Esta es la sociedad de la fragmentación, la división, la ruptura. Es la sociedad de los pedazos. Una sociedad que rompe, quiebra, y después uno tiene que recomponer, rehacer la unidad.
Sería más sabio, más humano, evitar que algo se rompa. Esto ya sería estar en una sociedad no capitalista. Diré ahora algunas palabras sobre lo que me parece que está estrechamente relacionado con esta cuestión del derecho a la vida.
¿Cuál es el derecho a la vida que me gustaría defender? Quiero defender el derecho a una vida libre, sin imposiciones de ninguna naturaleza. Una vida en la cual no me vea obligado a atender los caprichos ni los deseos de los demás.
Esto quiere decir, una vida en la cual pueda yo seguir mi propio ritmo, no hacer nada si esto es lo que quiero. Expresar mis opiniones y deseos sin miedo de ser castigado o excluído. La sociedad en que vivimos tiende a la uniformidad. Los comportamientos divergentes tienden a ser vistos como sospechosos o dañinos.
Esto crea una presión insoportable en dirección al conformismo y a la uniformidad. El espacio de la propia existencia personal se estrecha y comprime. En situaciones de regímenes autoritarios, es sabido cuánto de apoyo incondicional fue obtenido, viniendo de la llamada mayoría silenciosa.
La masa de gente que piensa lo que le dicen que debe pensar. La gente que vive la vida que le fuerzan a vivir. La gente manipulada y alienada, en otras palabras. En los días actuales, hay un totalitarismo impuesto por los “medios,”que naturalizan situaciones de deshumanización en lo cotidiano, colaborando enormemente para la disolución de lo propiamente humano, como decía al comienzo de este artículo.
El “otro,” los “otros,”, las demás personas, son medios para la satisfacción de las necesidades o deseos de quienes tienen el poder de imponerlos a toda costa y bajo cualquier circunstancia. Esto se verifica también en la convivencia más próxima, en los círculos de familia y amistades. Allí donde se vive la vida personal de cada uno, de cada una.
Mi vida sucede en un espacio mínimo. La vida en familia, las amistades con quienes comparto esfuerzos constructivos por una vida social más justa e íntegra. Esto me obliga a lidiar con limitaciones de convivencia propias y ajenas.
La educación permanente. La formación continuada. Todas cosas muy lindas de mencionar, nada fáciles de practicar. Imprescindible, sin embargo, si es que quiero que mi vida sea una unidad, y no la disociación de la cual seguiré siempre escapando.
El espacio de la familia y la amistad, para algunas personas sin demasiada noción de límites ni respeto a la existencia de los demás, frecuentemente se transforma en un lugar donde cualquier cosa es posible. El atropello. La imposición de caprichos. La ofensa. El sometimiento.
Nada de esto, sin embargo, es aceptable desde mi perspectiva. Vivo muy bien “en soledad,” una vez que después de una larga caminata en busca de mí mismo, finalmente estoy aquí. Y esto es algo que no voy a dejar que se pierda, por nada de este mundo.
Por lo tanto, quienes estén en mis cercanías, necesariamente deberán permanecer en distancias y modos compatibles con la libertad y la entereza. La proximidad no debe ser un pretexto para lo inadmisible.
El respeto a la mujer, a la diversidad, en todos sus aspectos, dimensiones y posibilidades, es para mí más que un dogma. Es una regla de conducta inflexible. Soy un terapeuta comunitario, y esto es mucho más que la declaración de una actividad u ocupación.
Es la definición de un lugar en el mundo y un modo de actuar, una actitud que me obliga a ser quien soy. Nada de fingimiento, indiferencia, cinismo, falsedad, duplicidad. No pertenezco al número de quienes predican lo que no practican.
No me defino como un militante político partidario ideológico. Más bien creo que, mucho más modestamente, soy alguien que no soporta la injusticia, la mentira, la imbecilidad, la fuerza bruta. Mi trayectoria de vida y mi naturaleza me trajeron adonde estoy, a lo que soy. Cultivo la poesía y la lectura escritura como la fe, como formas o modos de existencia.
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