Sin amor no habrá inversiones

Mar 04, 2018 Hugo De Marinis Opinión Comentarios desactivados en Sin amor no habrá inversiones

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“Nunca fue mejor momento que ahora para invertir en Canadá”, recitaba al Foro Económico Mundial de Davos el joven y apuesto primer ministro Justin Trudeau, apenas luego de haberse impuesto en las elecciones de 2015, casi en simultáneo con las que ganó Macri.

Para manguear inversiones a las multinacionales no importa si se es país opulento, emergente, pobre o paupérrimo. Basta reconocerse cipayo a secas o social demócrata moderno, resignado a la idea de que lo único que puede sacar a un país del pozo es la inversión extranjera.

No creo que la gente de izquierda no tenga alternativas a este pensamiento; pero para sorpresa de veteranos, funcionarios peritos que se ufanan de izquierdistas ceden terreno de continuo a las corporaciones, en el nombre de subsistir con una agenda social digna. Vaya a saber. Uno, más que cierta experiencia para ver y comentar, no es especialista en la materia económica con la que tanto nos engrupen. Acordarse si no, de un cartelito en inglés atribuido a aquel muchacho Axel un par de años atrás expuesto en la vidriera de una librería británica que afirmaba, “si no podés entender lo que los economistas te dicen es porque te están mintiendo”.

A Trudeau le fue como el diablo en convencer corporaciones para que se viniesen a instalar con armas, pertrechos y morlacos al benévolo – aunque bastante frío en invierno – suelo canadiense. Y eso que es más afable, mejor parecido y formado que el amargo de Macri. No sé cómo un vástago del gran Pierre Elliot (1919–2000) se creyó que gran parte del mundo en modo pedigüeño, las transnacionales iban a optar por Canadá, que tiene salarios pasables, medicina más o menos universal y algunos otros lujos que serían tales si se los observa desde la óptica de países cuyos habitantes se encuentran a merced de la expoliación corporativa. En la época del Estado de bienestar estos privilegios solían ser comunes en varias naciones, entre ellas la Argentina.

Un escritor canadiense afirma que el liberalismo norteamericano, incluido el de izquierda – como se supone es el joven Trudeau – se encuentra exhausto.  Murió por capitular al neoliberalismo y sus desigualdades, culto al mercado, aversión al Estado, a la política, etc. Tiene razón para países como Canadá. Pero Macri no reclama pertenecer a ninguna izquierda y sin embargo busca la misma plata salvadora del extranjero. Como el primer ministro habla sin mucho asidero ni mucho que mostrar acerca de declamadas inclinaciones ecológicas, New Age y una supuesta grandeza económica. Pero igual que Trudeau, no consiguió un miserable mango.

Mientras la llovizna de capitales se decide a venir, el presidente argentino podría tomar nota de consejos a Trudeau de expertos en negocios internacionales para que tenga éxito en la caza de la guita de las multinacionales. No basta con disminuir impuestos, eliminar retenciones, bajar salarios y recortar el gasto público. A las corporaciones ahora también hay que acariciarles el lomo para así darles más confianza. Los actos gubernamentales deben ser claros a su favor y se tiene que cuidar el tono para no ofenderlas, sin especulaciones electoreras. Los gobiernos se alinean en secreto con los grandes negocios pero no lo reconocen porque si no, no ganan una elección ni de rebote. A la gente que sufraga no le apetecen las corporaciones. A las corporaciones, por su parte, les repugnan las políticas que llaman demagógicas como el salario mínimo, las rebajas de impuestos a pymes y penalizaciones en a quienes contaminen el ambiente, entre otras. Piden ahora que el amor del gobierno salga del closet. Los expertos en negocios auguran que de actuarse de este modo los millonarios del mundo podrían consentir en abrir de una buena vez sus ruines billeteras.

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