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Ago 02, 2020 Hugo De Marinis La Pata Semanal Comentarios desactivados en Patos
El Pato era delgado, rubio, más bien bajo. Petiso y flaco, pero proporcionado, por lo que llamarle flaco o petiso resultaba excesivo. Siempre lucía atildado. En el invierno de 1975 se abrigaba con un Montgomery a cuadros grises y negros. Juraba que se lo había comprado de segunda mano. Su pareja, en cambio, se vestía como podía. Recordamos al Pato sonriente. Si hay que precisar, la suya era una sonrisa que tiraba a traviesa, presta a una tomada de pelo que concluía justo antes del agravio. Más alta, aunque no mucho, y delgada, la Pata también sonreía, aunque se le adivinaba un resto de melancolía en sus ojos, en equilibrio con las bromas de su pareja y la acostumbrada mesura de los militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Formaban un dúo que forcejeaba de alguna manera con el estereotipo de los militantes setentistas.
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El Pato arrastraba la rr, como Cortázar. Por eso su apodo delator, “Francés” – Santiago Ferreira (Ruleca, en versión mendocina) nos lo confirmó en 2003 cuando lo entrevistamos para Mendoza Montonera[i] (págs. 286 – 288). En el ‘75 Ruleca era responsable del carismático Pato, quien asimismo respondía al no menos indiscreto nom de guerre, Willy (rubio, ojos claros, muy blanco, qué otro sobrenombre le cabía). De nuestros recuerdos y de los que logramos sonsacar para el libro de la tan amable como fragmentada memoria de Santi, omitimos algunos. El Pato debía tener de 26 a 28 años, pero las reminiscencias del entrevistado le asignaban una militancia significativa, incluido un periodo de prisión durante la penúltima dictadura (Onganía, Levingston, Lanusse [1966 – 1973]). Por experiencia de militancias previas adoptaba – según Ruleca – costumbres peculiares que apuntaban a acentuar la seguridad de los militantes a su cargo y la suya propia. Nada censurable, pero dosificaba información sobre sus bases a los niveles superiores y a menudo se mandaba “por la libre”.
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De los episodios que relataba, sobresale el recuento de una retirada guerrillera en abril de 1975 cuando el ERP intentó copar una comisaría en la localidad de Bermejo. Contaba que en la emergencia del repliegue, su grupo se atascó en un zanjón (el Pato le llamaba “río” porque era foráneo y no estaría familiarizado con el sistema de riego mendocino que – legado huarpe – ha utilizado por siglos acequias, zanjas y zanjones artificiales).
En minutos que debieron parecer horas los combatientes no acertaban a dar con el lugar apropiado para salir de lo que empezaban a considerar una trampa auto forjada. Cuando por fin hallaron el sitio del ascenso de la pared opuesta a la que habían descendido, vieron por una calle a unos metros del zanjón, un micro atestado de policías que circulaba raudo hacia la comisaría atacada, seguro que en respuesta a un pedido de auxilio. El Pato aseveraba que su grupo y los canas se miraron con una reciprocidad tan prodigiosa como espantada. Pero en lugar del zafarrancho de combate, el micro aceleró en dirección inversa a la posición guerrillera mientras los que huían treparon la pared del zanjón en un santiamén para dispersarse a paso redoblado en las vecindades circundantes. Ambos apostaron, en esta instancia, a no coproducirse bajas. De todos modos en la acción los represores lograron capturar a dos combatientes, según ha señalado Violeta Ayles en “No nos borrarán de la historia: el PRT-ERP en Mendoza”.
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Un pasaje similar a la narración del Pato que disparó esta memoria, nos lo topamos en un reportaje a Pombo (Harry Villegas Tamayo) – el legendario comandante que luchó junto al Che[ii] – mientras trabajábamos en la reseña de un libro sobre el rescate que extrajo de la selva boliviana a los sobrevivientes del combate de La Higuera. Pombo relata así el choque de su grupo con una patrulla del ejército boliviano que lo tenía cercado:
Hay un momento en que nos cogen en un arroyo; ellos están arriba, son 25 y nosotros somos cinco. Y dicen ¡los guerrilleros! Dicen ellos, arriba y nos están mirando, tomando agua.
En lugar de tirarnos, gritan ¡los guerrilleros! Y se impactan.
Nosotros gritamos ¡los soldados!
Ellos echaron a correr y nosotros echamos a correr… (págs. 137 – 138)
Tal vez el Pato sabía de esta historia de Pombo y en su vertiente fabuladora se la atribuyó así como muchos se atribuían hechos temerarios, jocosos, tristes y hasta trágicos que les pasaron a otros compañeros. O tal vez sea una memoria contaminada por los 45 años que han pasado desde que ocurrió el intento de copamiento de la comisaría de Bermejo. Nunca nadie nos confirmó, ni buscamos que nos confirmaran, que el Pato o la Pata en efecto hayan participado en ese intento de copamiento. Por otro lado sí sabemos que la acción sucedió cuando los Patos habitaban en Mendoza, en ese 1975 que ya perfilaba el presente y el futuro argentino como turbios y perversos.
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No nos fue posible dar con las señas precisas del paso de los Patos por Mendoza, salvo la ratificación de Santi Ferreira allá lejos en 2003 y algunos otros datos obtenidos en distintas circunstancias.
Pero sí realizamos una búsqueda en Internet con los escasos datos que poseíamos. Encontramos en el sitio Listado de víctimas del accionar represivo ilegal del Estado argentino (2015) la foto que mostramos arriba, muy parecida al recuerdo de la cara del Pato, aunque en la instantánea un tanto más joven que cuando su paso por Mendoza. La imagen pertenece a Guillermo Oscar Garamona Linder. Algunas averiguaciones adicionales halladas en línea sobre este joven aportan coincidencias: el apodo (Willy); el lugar de nacimiento (Rosario) la pertenencia al PRT; su edad al momento de la detención (28 años) y una prisión escalofriante durante la penúltima dictadura de la que conocíamos detalles. No descubrimos nada de su militancia en Mendoza, ni de su apodo mendocino. El sitio de Internet mencionado arriba indica que su secuestro ocurrió el 2 de marzo de 1978 en San Juan, lo que no se condice con nuestra información que lo databa entre 1976 y 1977, en San Nicolás, junto a su compañera. En cuanto a la esposa de Guillermo – Adriana Mónica Luján Arias, secuestrada el 23 de mayo de 1977 – nuestros recuerdos comienzan a distanciarse con holgura de los datos encontrados. Hay una foto de Adriana en Facebook con buena resolución a la que no le encontramos semejanza alguna con el recuerdo de la Pata; esto nos acerca a la conclusión provisoria de la improbabilidad de que Guillermo y Adriana hayan sido los Patos, a menos que algún lector amable nos corrija e ilumine.
Pero pese a la falta actual de certezas, fuesen estos compañeros dos o
cuatro, apuntamos a que estas líneas sirvan para espantar olvidos e incorporar tramos
luminosos de vidas a la memoria colectiva de los desaparecidos.
[i] Ábalo, Ramón y Hugo De Marinis. Mendoza montonera. Buenos Aires: Corregidor, 2005
[ii] Garcés, María del Carmen. Conversaciones con Pombo. Buenos Aires: Colihue, 2011
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