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Ene 27, 2019 La Quinta Pata Preguntemos (nos) 0
Un cuerpo, un límite
Sigmund Freud en El malestar en la cultura (1930) dice que el cuerpo propio es uno de los espacios de castración, de límite, ya que el cuerpo nos muestra el inevitable paso del tiempo y a medida que envejecemos nos va acercando a aquello que es imposible de simbolizar, de poner en palabras: la muerte. De esa manera, el propio cuerpo condenado a la aniquilación y a la decadencia, ni siquiera puede zafar de los dolores producidos por él mismo.
En cierto modo se presenta una paradoja: el paso del tiempo por un lado nos acerca a la representación de la mortalidad, pero por el otro, y al no poder simbolizar la muerte puesto que no conocemos de ella sino las ideas y fantasías que hemos elaborado sobre la misma, puede hacer que se afiance aún más la vieja ilusión de eternidad: de creer que cuando alguien muere en realidad se va al cielo, el paso hacia la inmortalidad.
Quizás de ahí venga la fantasía que escuchamos hoy en día en relación a la idea de juventud, la multiplicidad de cirugías y prótesis muestran la insistencia que hay en este punto. Y sin embargo, por mucho discurso y prácticas que haya, el cuerpo demuestra en el día a día su materialidad finita.
Un cuerpo habla
Habla y grita, y cuando no lo escuchamos nos pone un freno, nos enseña que por mucho que intentemos negar o dejar de lado aquello que nos está representando algo del orden de lo que afecta, eso sigue allí. Desde las sombras no cesa de producir efectos y así, el no poner en palabras lo que causa dolor, tristeza, miedo, etc., no hace que “eso” desaparezca, incluso continua, en ocasiones en silencio y otras veces en acto (aunque inconsciente).
No hay tiempo-espacio determinado para el encuentro entre cuerpos
Hoy en día al cuerpo se lo deja de lado, con la aparición y desarrollo de la tecnología comunicacional y las redes sociales pareciera que no se hace necesario poner el cuerpo. Cada vez más disminuyen los encuentros entre los cuerpos en un espacio y tiempo determinado. Incluso con nuestrxs amigxs y allegadxs hablamos y mantenemos charlas larguísimas por WhatsApp pero no hay propuesta concreta de reunión. O lo contrario, cuando nos encontramos el celular comienza a ser el mediador de la charla, de ahí que es muy común observar a parejas o amigxs sentadxs en un bar y cada unx con su objeto de consumo tecnológico en mano.
Más aun, creemos que “compartiendo” en las redes sociales, por ejemplo, algún tipo de reclamo social ya estamos participando de la ocasión, pero el hecho es que terminan siendo pocxs quienes deciden ponerle el cuerpo a la protesta y salir a marchar en las calles; y como sabemos: la revolución no será ni es televisada y mucho menos “compartida”.
El poder recae sobre el cuerpo
El cuerpo es el espacio por excelencia en el cual el poder se introduce para producir un objeto dócil, plausible de ser dominado por un discurso que busca la sumisión de los cuerpos, la vigilancia de los mismos y su propia muerte.
Un poder recae sobre un cuerpo
“Un poder” puede hacerse propio, “El poder” siempre es ajeno. Ejercitar modos y formas de posicionarnos con nuestro cuerpo frente a “El poder” es comenzar a pensar en lo que puede-poder un cuerpo.
Baruch Spinoza dijo:
Y el hecho es que nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es decir, a nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza, considerada como puramente corpórea, y qué es lo que no puede hacer salvo que el alma lo determine. Pues nadie hasta ahora ha conocido la fábrica del cuerpo de un modo lo suficientemente preciso como para poder explicar todas sus funciones, por no hablar ahora de que en los animales se observan muchas cosas que exceden con largueza la humana sagacidad, y de que los sonámbulos hacen en sueños muchísimas cosas que no osarían hacer despiertos; ello basta para mostrar que el cuerpo, en virtud de las solas leyes de su naturaleza, puede hacer muchas cosas que resultan asombrosas a su propia alma. Además, nadie sabe de qué modo ni con qué medios el alma mueve al cuerpo, ni cuántos grados de movimiento puede imprimirle, ni con qué rapidez puede moverlo. De donde se sigue que cuando los hombres dicen que tal o cual acción del cuerpo proviene del alma, por tener ésta imperio sobre el cuerpo, no saben lo que se dicen, y no hacen sino confesar, con palabras especiosas, su ignorancia… (Ética, parte III, proposición II, escolio.)
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¿Qué es un cuerpo? ¿Somos un cuerpo? ¿Tenemos uno? ¿Qué puede un cuerpo?
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