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Abr 05, 2020 La Quinta Pata Género y Feminismos Comentarios desactivados en Coronavirus y Femicidios
Asistimos hoy en el mundo a una pandemia, un virus nos invade, el Covid-19, un desconocido enemigo que estaría en todas partes, a toda hora sin cesar, sin distinguir clases sociales ni géneros, atacándonos sin diferencias, un virus para todxs igual, que no discrimina. Todxs bajo el mismo paraguas, reinas y cenicientas, príncipes y mendigos.
Sabemos que el virus nos ubica en diferentes posiciones a las personas, según los recursos internos, el nivel económico, el género. No es lo mismo una mujer de clase media que tiene casa y comida o una mujer sin recursos habitacionales, ni económico que debe alimentar a sus hijxs. Son diferentes los capitales que tenemos.
Las violencias que muchas veces existen en las casas, en particular entre las parejas, sumado a la convivencia obligatoria, a la tensión que provoca la pandemia, a la situación extraordinaria de no saber, de estar lejos de cierta certidumbre, aunque sea imaginaria, sobre la vida que nos espera después de esto, donde sabemos que todxs estamos en peligro, sumado a la atención de lxs hijxs o padres o madres ancianxs, ubica a los grupos familiares en circuitos de mucha tensión. Y ahí es cuando vemos que las mujeres estamos en máxima situación de vulnerabilidad. Ahí no somos tan diferentes entre nosotras.
Así es… hay algo…en el que las mujeres de todas las clases sociales somos iguales, estamos en la misma dimensión, en la misma variable, en la misma línea de riesgo, en la misma serie que nos ubica en la más extrema vulnerabilidad en cuarentena: ¨La Violencia¨ en la vida cotidiana, la violencia en el amor, la violencia que la ponemos lejos de nuestras vidas y de repente emerge como salida de un cráter.
Las muertes, en estos días de aislamiento social, de mujeres en manos de sus parejas o ex parejas han invadido los medios de comunicación, las redes feministas, el trabajo de las comunicadoras haciendo placas para protegernos, el barbijo rojo del ministerio, los videos de cuidados contra la violencia, los organismos estatales y no gubernamentales articulando las líneas telefónicas para evitar más muertes de mujeres, las agrupaciones feministas con sus articulaciones barriales tratando de establecer las redes necesarias para evitar las violencias, el maltrato. Cientos de profesionales de la salud a lo largo y ancho del país se han ofrecido para llegar a través de un llamado o una videoconferencia a las mujeres que necesiten, que pidan ayuda, que se sienten vulnerables. Cuánta labor, que sigue mostrando aun en épocas de aislamiento social que el cuerpo de las mujeres sigue estando a la intemperie.
En la violencia hay que destacar dos elementos superpuestos: la agresión, enlazada al poder de los varones hacia las mujeres y la sexualidad producto de las representaciones sociales, culturales y políticas del patriarcado. En este sentido, las mujeres hemos sido consideradas débiles, incapaces, aptas para la dominación y el control, por ello, si existe la violencia en general y la violencia sexual en particular, si se efectiviza, es porque la sociedad ha inferiorizado y discriminado esos cuerpos, de ahí que se pueda realizar, naturalizar y sostener. Ana María Fernandez señala:
“Los procesos de inferiorización, discriminación y fragilización operan como naturalizaciones; conforman en tal sentido invisibles sociales. En rigor, no son invisibles, sino que están invisibilizados” (2012: 33).[
Fernández, Ana María. (2012). Las Lógicas sexuales: amor, política y violencias. Buenos Aires. Ed. Nueva. Visión.
Los feminicidios son el extremo de un continuo de violencia y terror sobre los cuerpos mujeriles, una experiencia repetitiva y sistemática, cuya acto nos muestra el estado de indefensión de las mujeres. Un acto sin fin….. una… película… sin… fin…!
Hoy no nos mata el ¨corona virus¨, nos mata la violencia del hombre que en algun momento elejimos para compartir la vida, los sueños, el amor. Nos mata un sistema estatal que muchas veces no nos escucha; nos matan los procedimientos del sitema judicial y policial, nos matan los prejuicios de una familia que no nos cree; nos mata el alejamiento de las amitades que se cansan de escuchar nuestras penurias porque no dejamos al violento; nos mata el aislamiento en que quedamos al ¨elegir¨estar al lado del ¨hombre de mi vida¨; nos mata la forma en la que fuimos criadas como mujeres para ser buenas esposas, madres, amigas, hijas, hermanas; nos mata la educación que tuvimos: ser buenas…siempre buenas…buenas para encontrar la muerte a la vuelta de la esquina.
Hoy, la cuarentena nos exige la vida en el hogar, en muchos casos con el agresor bajo el mismo techo o cerca, agazapando. El ¨Hogar dulce hogar¨, ese espacio donde las mujeres somos ¨las reinas¨, se convierte en nuestras morgues, en los cementerios donde entierran nuestras vidas.
Sabemos que cada 22 horas una de nosotras ya no volvera a ver el sol, solo tendrá como reflejo a la parka.
Si tuvimos la suerte de quedar vivas después de una agresión, algunas quedaremos discapacitas: sordas, ciegas, hemipléjicas, sin dientes, quebradas, quemadas, traqueotomizadas, sin poder caminar. Somos muchas las mujeres que quedamos incapacitadas y de eso en general no se habla, no sale en los medios, pero si se ve en nuestros cuerpos, son los acontecimientos que no se conocen y que nos atraviesa la existencia de por vida.
El tabú que envuelve a la violencia, en general y en particular cuando ésta es llevada a cabo por la pareja, exacerba su condición de tema prohibido, vergonzante. Así, la violencia se impone a las sujetos mediante actos repetitivos, apuntalados en la reducción y la destrucción del otro, lo que provoca un proceso de desestructuración subjetiva tal, que aquello de lo imaginario y simbólico que envuelve a las relaciones de pareja, incluido el amor, queda abolido por lo real. El síntoma florece, hace su entrada como puede en cada caso. Si bien, cada sujeta lo procesa con sus recursos, hay un punto en común, la mayoría de las sobrevivientes lo acallan mucho tiempo.
El silencio no nos salva dice Audre Lorde:
Hemos sido educadas para respetar más al miedo que a nuestra necesidad de lenguaje y definición, pero si esperamos en silencio a que llegue la valentía, el peso del silencio nos ahogará. El hecho de que estemos aquí y de que yo esté diciendo estas palabras, ya es un intento por quebrar el silencio y tender un puente sobre nuestras diferencias, porque no son las diferencias las que nos inmovilizan, sino el silencio. Y quedan tantos silencios por romper! (1997: 4).
Lorde, Audre. (1984). Hermana Marginada (Sister Outsider). Chicago. Ensayos y Conferencias. TheCrossingPress/Feminist Series. (Ponencia leída en el panel sobre Lesbianismo y Literatura, de la Asociación de Lengua Moderna, 28 de diciembre de 1977. Publicada por primera vez en 1978, en el volumen 6 de Sabiduría Siniestra, (SinisterWisdom).
Esos silencios que las mujeres vamos rompiendo día a día, tan necesarios, si bien nos hacen más fuertes, no han logrado la disminución de los feminicidios con caracteristicas cada vez más sádicas. Esto es porque hay una necesidad de los varones violentos de dejar plasmado sobre los cuerpos la impotencia y la ferocidad que la diferencia del cuerpo de las mujeres les genera, el rechazo que la femeneidad les provoca, resolviendo esto de la peor forma, la muerte.
El silencio presentífica que no hay transcripción posible en el universo del lenguaje, del discurso, ese aparato que nos habita y nos permite entrar en el mundo del Otro, de la crueldad de lo vivido, de lo escuchado, de lo visto por las mujeres. Ese aparato no puede atrapar lo real circulante en esas narrativas, hay una imposibilidad de significar la saña de tantos hombres al servicio del poder destructor sobre los cuerpos de las mujeres. No hay grafías ni códigos, solamente un estremecimiento visceral compartido a traves de las resonancias de los cuerpos que ya no pueden hablar o de las sobrevivientes de las violencias.
Hoy las estadisticas nos informan que en 14 días de cuarentena hubo 13 femicidios. Trece… 13… trece… 13… trece… 13… trece… 13… trece… 13… trece… 13… trece… 13… trece…!!!
Ellas murieron golpeadas, quemadas, apuñaladas, ahorcadas, baleadas.
Entre todas los femicidios quedaron 18 hijxs sin madres. Algunas de ellas ya había denunciado al asesino. Una de ellas fue violada antes de ser asesinada.
Estoy escribiendo este texto y llega de Ni Una Menos Mendoza un informe que nos avisan que asesinaron a otra joven más de 22 años, madre de dos criaturas de 3 y 4 años.
Violencias, violencias a repetición, no paran, el ¨Nunca Más¨que venimos pidiendo desde hace mucho, se va cayendo, letra a letra se va perdiendo en un mar oscuro, aguas de luto, aguas del descreimiento….!
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