El descanso del guerrero y la soledad del poeta

Abr 21, 2019 Ramón Ábalo La Pata Semanal Comentarios desactivados en El descanso del guerrero y la soledad del poeta

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A los 15 años de edad el Armando ya era poeta y la sustancia de sus versos era  la pobreza de los pobres de entonces –también como los de ahora–  que se había instalado desde antes en su hogar habitado por una docena de hermanas y hermanos, y una madre -Doña Florencia- espulgando cotidianamente la flaqueza de las ollas para sobrevivir. Y un padre tropero y largamente ausente, entre idas y venidas, con vituallas cuyanas para las pampas y para el otro lado de la Cordillera.

Apenas si fue a la escuela, pero se las arreglaba para arrimarse a sus ansias de saber a los pedazos de papel escritos que recogía de donde se encontraran, apurándolo esas ansias de «no sé qué»… A los diez años de edad llegó a sus manos un libro con versos escritos con sabor a bronca existencial a tono con una realidad de un país con vacas gordas y niños, famélicos, como él. Pero lo superó a las piñas contra esa realidad, y en el ring barrial, por unos centavos que alcanzaban para un puchero con algunos huesos que le daban gusto. Y entonces ya le dolía el país, ese de las vacas gordas y los niños famélicos. Una cabronada, sin dudas, y será por eso que todavía

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.
Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
un oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.                           

Pero ese su destino lo juntó a otros muchachos como el Ramón, los Mazamorra, los Revuelta, el Víctor, y algunos más como yo, empecinados en aportar a sus identidades los formatos de la hombría, del machismo que en las tardes primaverales y veraniegas hacían del piropo una apología de las beldades de la Calle y alrededores. Pero, claro, era el Armando que sobresalía por su vigor poético en el decir galante: ADIOS HERMOSAS… TERRITORIOS DE PAJAROS !!!

Y claro, el tiempo transcurre, y el Armando ya poeta con una poesía profundamente lírica con esencia a puro pueblo, ese del sudor y las lágrimas, hombres y mujeres de alcurnia proletaria, amas de casa, fajinas con el pico y la pala, y de los niños atormentados por la fragilidad del alma nauseabunda de los dueños de los medios de producción, de las vacas y las mieses de la pampa húmeda, inundando  la Patria con los niños en las calles:

Y entonces los tiempos de amores y odios, los dramas de la muerte, de la juventud en retirada  y convaleciente del mal de pasiones frustradas. Las ausencias y, lo perdido que ya no se recupera. En la carnadura del Armando, tal como en una noche porteña me contaba,  que para él el amor con cintura de mujer no pudo ser algo más que un breve descanso del guerrero. Fue amado pero no supo responder. Para paliar sus frustraciones, que eran sus culpas, su refugio fue la soledad de poeta con pasión de poesía.

Una noche porteña, con sabor a tango, me dice —Negro, siempre te vi aligerado para paliar las pasiones, siempre  con tu puño en tumulto como estandarte de tu universo solidario. Tu pasión para transformar la realidad y terminar con los mal paridos capitalistas… Yo te acompaño con mis versos que cantan a los pueblos que luchan por un mundo mejor, porque mis versos son también  estandartes de los combates por venir. Negro.. SALUD !!!

happy wheels

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