Última Actualización octubre 18th, 2022 8:09 AM
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Femicidio
Por Sara Gutierrez (Texto y fotografías)
Celeste Castillo
Valeria Juárez
Daiana Moyano
Joselín Nayla Mamaní
Silvia Tehl Ricci de Canali
Gisel Varela
Susana Yas
Liliana Moyano
Agustina Imvilkeried
Danisa Canale
Romina Ugarte
……………………….. quien será la próxima?
Esta nota comienza con nombres de mujeres….
Nombres de mujeres que nos duelen…nos atraviesan el corazón…
Nombres de mujeres que nos dejan estaqueadas a mitad del camino…
Nombre de mujeres…que ya no están….
Nombres y más nombres que nos interpelan…
Nombres que ya no se pronunciaran…
Nombres de niñas, de adolescentes, de mujeres de mediana edad y de tercera edad.
Nombres de todas las clases sociales….
Nuestros nombres aparecerán pronto en este listado…
Cómo defenderte Agustina?, cómo alargar tu infancia Joselín?, como frenar la bala que te atravesó Romina?
Los asesinatos de todas ellas, en manos de varones, solo es una muestra de la violencia histórica a lo largo de los tiempos sobre los cuerpos de las mujeres.
En la época de la declinación del nombre del padre, se devela de la forma más siniestra la estructura de la violencia hacia las mujeres en la sociedad patriarcal. Ya no hay velos, no hay disimulo.
Todo queda expuesto, las imágenes al instante aparecen en los medios: otra mujer más, y otra…y otra….y otra…
La impotencia de la masculinidad frente a un cuerpo de mujer que ya no calla, que se opone, que denuncia, que resiste, se presenta descarnada, implacable, siniestra.
Los hechos ocurridos, sus asesinatos, nos dejan sin palabras que puedan insertarse en una cadena significante, el goce circulante en manos de los violentos son situaciones difíciles de procesar.
Se lee en los Femicidios ausencia de ley, esta quedó entrampada en la pulsión de muerte comandando los actos de los varones violentos. No hubo diques de contención para esas violencias irreductibles, toda la protección social, cultural y jurídica fue anulada, rechazada, el nombre del padre fue expulsado, un goce mortífero dio vueltas y vueltas alrededor de la vida de ellas. Ni siquiera aquellos esfuerzos para dejar inscripto cierto límites a esos hombres pudo ser posible.
Freud sostiene en El malestar en la cultura:
(…) atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, de usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo (2009 [1930]: 108).
Esta cita freudiana evidencia como lo pulsional mortífero se presentó en las vidas de estas mujeres, en algunos casos incluso, la muerte llego de las propias manos de quienes en algún momento les prometieron amor. ¨La violencia en el amor¨.
Se lo escucha en las voces de las personas que dieron testimonios.
La incomprensión de esos hechos al no poder dar explicaciones racionales sobre lo visto, oído, ubica a quienes transitamos las noticias en lugares de absoluta desolación.
La repetición de estos actos sobre los cuerpos femeninos, el daño incesante, pone en evidencia los juegos macabros del goce del uno.
La violencia, cualquiera sea, hacia las mujeres, señala una operación de dominio que intenta moldear, ceñir a una sujeto que siempre se escapara.
El concepto de ¨terrorismo sexual¨ propuesto por Carole Sheffield (1997) señala la realidad cotidiana de las mujeres en diversas sociedades y culturas. Se vive bajo terrorismo sexual, nuestra sexualidad, nuestros cuerpos están bajo ese estado. Esto no intenta ser alarmista, sino develar una situación real.
Sea en las casas, sea en la calle, sea donde sea, las corporalidades, las sexualidades quedan en el medio de los tableros, donde uno de los objetivos del juego es llegar a los cuerpos de las mujeres. Allí el juego nos atraviesa de la forma más violenta para satisfacer el goce mortífero de los hombres oscuros.
Para finalizar cito a un colega colombiano:
(…) la violencia no nos interesa hoy en el vacío, sino en la medida que nos acompaña hoy aquí mismo, en todo momento, sentada a la mesa o en la menor correría. Es un amigo fiel, una sombra, es lo que intentamos bordear, abordar sin lograrlo hoy. A eso lo llamare lo real de la violencia, lo inabordable, lo que se nos queda en el tintero a pesar de tanta palabrería (Sanmiguel, 1993: 83).
¡Así no sea!
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