Última Actualización octubre 18th, 2022 8:09 AM
Nov 01, 2021 Luciano Andres Valencia Historia Comentarios desactivados en La Rebelión del San Carlos
Hasta mediados del siglo XVIII existían muy pocas escuelas, colegios y centros de formación profesional en el Río de La Plata. La educación de sus súbditos americanos no había sido prioridad del Imperio Español.
Esto comenzó a cambiar con las reformas borbónicas de Carlos III (1759-1788) y la acción de hombres de la Ilustración española como el conde de Aranda –ministro de Carlos III-, Floridablanca, Gaspar Melchor de Jovellanos y el conde de Campomanes, que fomentaron la educación, la difusión de nuevas ideas y la investigación. En 1770 el gobernador del Rio de La Plata Juan José de Vertiz y Salcedo decidió convertir el antiguo Colegio jesuita de San Ignacio –cerrado cuando se expulsó la Orden en 1767- en el Real Colegio de San Carlos (por San Carlos Borromeo y el Rey Carlos III), que se inauguró en 1772. En 1783, ya ascendido a Virrey, Vertiz impulsó su transformación en una casa de estudios superiores de tipo universitaria. En el siglo siguiente se fusionaría con otras instituciones y cambiaría de nombre varias veces hasta constituirse en el actual Colegio Nacional de Buenos Aires, dependiente de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
La dirección estaba a cargo de un Rector –que cobraba la cuota anual y llevaba los libros- y un Vicerrector –que le ayudaba y suplía en caso de enfermedad-. Había además un Prefecto para coordinar las funciones interiores.
Los estudiantes se clasificaban en dos tipos: a) “pupilos” o “pensionistas”, que pagaban la cuota de 100 pesos y debían cumplir las reglas; y b) “manteístas” o “copistas”, que solo asistían a las clases como oyentes porque no podían pagar la matrícula. Mariano Moreno asistió como copista a las clases de gramática, latín y teología.
Para ingresar al Colegio había que tener más de 10 años, ser hijos “de la primera clase, legítimos, que sepan leer y escribir suficientemente y limpios de toda mácula y raza de moros y judíos”. Las becas eran para “hijos de pobres honrados”, es decir, familias que habían perdido su fortuna pero que mantenían el apellido ilustre. Debían usar “uniforme color honesto”, y medias violetas o negras. El Reglamento establecía la prohibición de los relojes, y el trato con los esclavos que se ocupaban de la cocina y la limpieza para no mezclarse “con la gente baja”. El edificio contaba con dos pisos: en el superior residían los estudiantes. Los cuartos eran húmedos y fríos, había carencia de ventanas, y las ratas, piojos, pulgas y otras alimañas infestaban el lugar. Los bancos y escritorios estaban averiados y mordidos por las ratas, y la prohibición de tratar con los esclavos dificultaba el solicitar su reparación.
La jornada cotidiana comenzaba con una misa entre las 5 y 7 AM, y luego pasaban a un oscuro comedor donde recibían un desayuno compuesto mayoritariamente por pasas de uva. Comenzaba entonces una extensa jornada de estudio y trabajo: las clases duraban una hora, de las cuáles el docente destinada ¾ a enseñar y ¼ a dar conclusiones o responder preguntas. La lección debía ser estudiada antes de la clase. También se realizaban conferencias y representaciones literarias. Las actividades concluían a las 21:45, cuando eran enviados a dormir en absoluto silencio. Se observaban estrictas reglas para el comportamiento en las diferentes áreas del colegio (biblioteca, salones, capilla). La desobediencia, el incumplimiento de las tareas y las malas calificaciones se penaban con azotes, cepos y grilletes.
Los estudiantes veían poco a sus familias. Los dos meses de vacaciones solían pasarlo en la pequeña chacra o “chacrita” que pertenecía al Colegio. En ese lugar se encuentra hoy el Barrio y el cementerio de la Chacarita.
Para 1796 el Colegio contaba con 100 estudiantes, cuatro de los cuáles eran becados. La noche del 28 de mayo de ese año los jóvenes se cansaron de tantos abusos y se rebelaron. Sus armas consistían en palos y piedras, y su líder era el joven de 16 años Gregorio de Las Heras, futuro comandante del Ejército Libertador de los Andes. Cercaron y golpearon a los prefectos, tomaron de rehenes a los profesores y se atrincheraron en el piso superior esperando la represión. Reclamaban el fin de los castigos corporales y mejoras en la alimentación.
Entre los amotinados de ese día se encontraban: Bernardino Rivadavia –quién sería el primer presidente argentino en 1826-, Vicente Fidel López –reconocido historiador e hijo del creador del Himno Nacional-, Francisco Fernando de la Cruz –combatiente por la Independencia-, Manuel Dorrego –futuro líder federal asesinado en 1828-, Antonio Sáenz –diputado del Congreso de Tucumán que declaró la independencia en 1816- y José Rondeau –futuro Director Supremo del Río de La Plata-. También un profesor se unió a la protesta: el fraile Cayetano Rodríguez. Lo curioso es que Mariano Moreno, quién en 1810-1811 lideraría la rama más radical dentro del Movimiento Revolucionario de Mayo –los llamados “jacobinos” por sus detractores- no se unió a la rebelión. Acaso por ser un estudiante que solo asistía como “copista”, porque su familia carecía de dinero para pagar la cuota y de apellido para solicitar una beca, temía perder esa posibilidad de seguir educándose si participaba en la toma del Colegio.
Durante tres días los estudiantes amotinados resistieron a los intentos de los soldados enviados por el Virrey Pedro de Melo y Portugal de ingresar al piso superior. Finalmente el Regimiento Fijo de Buenos Aires se hizo presente y actuando rápidamente puso fin a la toma.
Otro dato curioso es que integraba las fuerzas de represión un joven soldado de solo 13 años y ex estudiante del Colegio que debió abandonar por problemas económicos al morir su padre: Estanislao Soler, futuro compañero de Las Heras en la campaña libertadora y gobernador de las provincias de Buenos Aires y Montevideo.
En 1807 los estudiantes volvieron a tomar el segundo piso del Colegio, pero esta vez para resistir contra las invasiones inglesas en el Río de La Plata.La “Rebelión del San Carlos” debe ser recordada como la primera lucha estudiantil en el territorio argentino, país que tiene numerosos hitos que fueron ejemplo mundial: la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918, las protestas por la laicidad de la educación en la década de 1960, los “Cordobazos” de 1969-1971, y la toma de los colegios porteños en 2010.
Autor: Lic. Luciano Andrés Valencia para revistadehistoria.esBibliografía:
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