La unidad que se recita y confrontación que se viene

Dic 13, 2015 Ramón Ábalo La Pata Semanal Comentarios desactivados en La unidad que se recita y confrontación que se viene

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Macri se repite en lo histriónico desde el mismo momento en que recibió la banda y el bastón presidenciales. Bailó, cantó, hizo chistes. Se lo podría llamar un presidente saltimbanqui. Pero en tono presidencial llamó a la unidad, a que seamos  buenitos, no nos peleemos  ni nos insultemos entre los argentinos que somos, porque por arriba -o por abajo- de ser amarillos, verdes o rojos, todos somos argentinos. Algo así como aquello de Perón «para un argentino no hay nadie mejor que otro argentino».

Pero no es torpe y en su papel de testaferro de sectores del poder real -el imperialismo yanqui, los banqueros, las corporaciones económicas y financieras, el poder judicial  -Lorenzetti y Cía. -y el poder mediático -Clarín, la Nación, Los Andes, el UNO, y cuantos más – es el adecuado mandadero. En ese plano, subestimarlo sería un error, porque su estructura mental, física y moral se conjuga con el de cipayo mayor entre los mayores. 

Al asumir enfatizó que el país no está dividido «que todos debemos unirnos». Aunque previamente dejó en claro que su plan era la devaluación y, por ende, el aumento del costo de la vida de la mayoría de los argentinos, y la capitulación nuevamente, como pertenencia a la clase que detenta el poder real. Unidad de todos los argentinos ¿para qué?» Para eso, para aguantar la capitulación de la soberanía política, social, económica e ideológica.

Cuando aquel regreso de Perón, en el 73, repetimos, después de 18 años de exilio; era un país devastado por las dictaduras. Regresó a la presidencia con el mayor porcentaje de votos de la historia nacional y estaba dispuesto a sacrificar muchos puntos de un programa histórico en aras de una concordia tan necesaria como improbable. Y así fue lo de improbable, y la muestra lo fue en el mismo momento de pisar nuevamente tierra suya. La masacre de Ezeiza, la lucha amada, la Juventud Peronista, los Montoneros, las FAR, las FAP, el ERP, la plaza del 1° de Mayo, el operativo Independencia, el ’76, el 83′, los juicios a las Juntas, los carapintadas, el menemismo, el 2001 y el 2002; las víctimas (32 muertos) las asambleas populares, los piqueteros, el helicóptero de De la Rúa, el krchnerismo, la transversalidad, los barones del justicialismo bonaerense. El campo, la Sociedad Rural, la traición de clase Moyano, Barrionuevo, Bussi y la traición política de mi «voto no es positivo».  

El macrismo obtuvo un par de puntos más que un gobierno de 12 años y medio y que le deja la mejor situación socioeconómica que haya recibido cualquier presidente de la democracia argentina. Pese a ello ha conformado un gabinete económico fundamentalista y corporativo, cuyas políticas conducen a la confrontación con los  sectores populares que devienen de esos 12 años y medio representados por Cristina, con un liderazgo  comparable al de los líderes de la historia nacional.   

El marxismo no es materia que sea obviada por estos neoliberales trasnochados. Saben que en paralelo las fuerzas sociales – proletarios, empleados, campesinos, profesionales, técnicos, científicos –  que se expresan permanentemente en la lucha de clases. Para imponer el dogma impondrán la represión. El macrisimo va a profundizar esa lucha hasta el momento en que, como dice Marx: «Los filósofos no han hecho más que interpretar  de diversos modos al mundo pero de lo que se trata es de transformarlo».

El travestismo  saltimbanqui de Macri y sus adláteres transitará cuatro años (aunque en una de esas…) y se irán por la puerta trasera de la Plaza, que desde siempre fue del Mayo revolucionario, del 9 de Julio libertario, y del futuro Socialismo del Siglo XXI, el de Chávez, el de Kirchner, el de Evo, el de Lula, el de Fidel, el del Che, el de  Correa. El nacional y popular de Cristina.

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