Las mujeres que la Matria parió y la Patria olvidó

May 09, 2015 Aída Galán Guajardo Historia, Recomendada Comentarios desactivados en Las mujeres que la Matria parió y la Patria olvidó

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“Cuando tratamos de analizar o conocer la situación de la mujer en el pasado, nos encontramos con una constante: las mujeres parecen estar ausentes en la historia de la humanidad, aparecen de forma excepcional y cuando lo hacen muchas veces es de forma fugaz en la historia, como reinas o santas, en la literatura, como heroínas o amantes, en la política, “como esposas de…” o sea  solo aparecen aquellas mujeres de la elite como instrumento de los proyectos de sus maridos, padres y hermanos”

La lucha anticolonial en Nuestra América fue impulsada por un heterogéneo conglomerado de clases sociales cuyo punto de unión fue la oposición a las consecuencias de la dominación española. Productores terratenientes y mineros descontentos, comerciantes no monopolistas, la pequeña burguesía urbana y rural con sus caminos de superación coartados, llegando hasta las mayorías sometidas; conformaron un bloque que opondrá a la sujeción colonial la visión englobadora de los españoles americanos, es decir de los criollos.

En ella mujeres indígenas, negras y mestizas fueron protagonistas que contribuyeron en la Revolución. Las mujeres del pueblo no solo realizaron tareas de espionaje o de correo, también acompañaron a los ejércitos patriotas y no dudaron en tomar el fusil contra la dominación realista.

Así Micaela Bastidas Puyucawa, quien un 25 de Mayo de 1760 se casó con “Condorcanqui” le convenció a éste de no tolerar más el maltrato y la dominación que recibían los suyos desde aquel terrible 1492. Según el historiador peruano Daniel Valcárcel: “el papel que desempeñó doña Micaela Bastidas Puyucawa tiene vital importancia para conocer la rebelión de Tinta. Puede asegurarse que, desde el primer momento, ella fue el principal consejero de Túpac Amaru. Junto al rumoreado consejo de los cinco”(Rebeliones coloniales sudamericanas, Fondo de la Cultura Económica, 1982). Un amor revolucionario que los unió hasta descuartizarlos…

Los vientos agitados no se detuvieron al igual que los intentos imperialistas de otras potencias. En 1806 y 1807 los ingleses fueron bien recibidos por la alta alcurnia porteña pero a palazos, piedras, grasa hirviendo y fusiles por el pueblo. Ellas, pueblo,  quedaron registradas en partes oficiales, quizás con desgano y humillación masculina, pero quedaron. ¿Qué opción tenía Santiago de Liniers ante la bravura de Manuela Pedraza “la Tucumanesa” que se “cargó” a un inglés?; o ante Martina Céspedes que con sus tres hijas mantuvieron en cautiverio a 12 ingleses?…. Pues les otorgó grados militares y pensiones monetarias que tras la Revolución nunca cobraron… paradojas… paradojas…

Una de las luchadoras populares, por estos tiempos  más conocida, fue la altoperuana Juana Azurduy, nacida el 8 de marzo de 1780. Junto a su compañero Padilla, encabezó las guerrillas que enfrentaron a los ejércitos realistas. Fue ascendida a coronela luego de perder sus cuatro hijos en la guerra anticolonial. El 3 de marzo de 1816, al frente de 200 hombres, Juana derrotó a los españoles en El Villar, arrebatándoles su bandera, acción que mereció las felicitaciones de Manuel Belgrano. Se batió en mil combates al lado de su pueblo indígena y mestizo, llegando a ser bautizada por un poeta con el nombre de Santa Juana de América. Un historiador boliviano, Mariano Baptista Gumucio, cuenta que cuando Bolívar llegó con Sucre a La Paz lo primero que hizo fue solicitar una entrevista con Juana Azurduy, antes que con cualquier obispo o general.

Buen momento para darles dolor de cabeza a los racistas de estos días, queridos/queridas lectores, lectoras, “la madre de la patria” era negra! Así las célebres niñas de Ayohuma, estas mujeres que acompañaron a los ejércitos independentistas como auxiliares y enfermeras fueron sustancialmente importantes, ampliamente reconocidas y valoradas por Manuel Belgrano. Especialmente una de ellas,  María Remedios del Valle, liberta, por lo tanto negra, combatió en Huaqui, vivió el sufrimiento de perder marido e hijos y sin embargo colaboró en el trágico y heroico éxodo del pueblo jujeño. En Ayohuma fue tomada prisionera por los realistas y azotada en la plaza pública por 9 días, pero….la “parda” se fugó de sus captores y sirvió como correo-espía a la causa revolucionaria. Costó  que fuese reconocido su título de capitana otorgado por Belgrano (a quién tampoco se le reconoció pensión alguna, eso ya lo sabemos), el Estado tampoco nunca pagó sus sueldo…

Si bien heroicas suenan estas historias, duras y crueles fueron los maltratos, violaciones y torturas que sufrieron, condenadas por: mujeres, pobres, indias, negras, solas, doblemente condenadas por el olvido. No es intención aquí el glorificarlas al estilo decimonónico del bronce, es colocarlas en el lugar que merecen, con sus corajes y dolores.

Estas mujeres y miles más parieron a la Patria, matriotas ellas, estas mujeres que dejó abandonas la Patria reclaman con gritos insurgentes su lugar en nuestra historia, valga por ellas este homenaje.

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