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May 12, 2019 La Quinta Pata Latinoamérica Comentarios desactivados en Sigue en Venezuela la parodia del autoproclamado Guaidó
Protegido del presidente estadounidense Donald Trump, el autoproclamado “presidente interino de Venezuela” Juan Guaidó, con total desconocimiento de la semántica, pregona “el final de la usurpación”, slogan que repite y repite y que se revierte en un boomerang que le acredita a él la condición de usurpador en un acto de suplantación que implica un delito.
Carece Guaidó de cultura política y parece ignorar el aplastante fracaso de la derecha en el año 2002 cuando tras un fallido golpe de estado esa infame versión política se hiciera del poder por 48 horas. Se autoproclamó esa vez presidente de la república el opositor Pedro Carmona, quien hizo efímero y cruento gobierno de solo dos días, tras tomar el palacio de Miraflores, período en el que fungió de dictador transitorio, cambiando y disponiendo nuevas leyes, en un corto ejercicio de jefe de estado de opereta, antes de que se produjera el restablecimiento del gobierno presidido por el líder Hugo Chávez, secuestrado por inducción estadounidense y quien ante el clamor popular fue restituido en su mandato, con lo que Carmona fue sacado del palacio a puntapiés para buscar refugio en Colombia donde hoy rumia su fracaso con esperanzas de un improbable retorno.
La situación tuvo entonces un proceso similar al actual, con un golpe instigado por el gobierno de los Estados Unidos, impulsado por la oposición y militares traidores, así como la arremetida de los medios de comunicación, dentro y fuera del país, en ofensiva de difamación al gobierno tildado, como ahora, de dictadura, además incitando de forma inútil a la población para unirse a la revuelta, intención frustrada pues era avasallador el apoyo al gobierno revolucionario con un rechazó de plano a los golpistas. Tiene como ejemplo ese antecedente el apátrida Guaydó que se empeña en conspirar contra la revolución bolivariana, confiando en sus sostenedores en Washington que lo tienen de espantapájaros mientras activan sus tropelías traducidas en sanciones, embargos y en apropiación indebida de bienes que le pertenecen al estado venezolano.
Guaidó en su cometido de impostor hace uso de fondos expropiados por el gobierno estadounidense en lo que tanto patrocinado como patrocinadores están en una flagrante acción de malversación, en lo que para el autoproclamado constituye una conducta de corrupción que anticipa lo que podría hacer ya en el supuesto de ejercer gobierno. No se queda atrás en esa práctica, la esposa de Guaidó, quien ya estuvo en la Casa Blanca poniéndose a las órdenes del presidente Trump, durante una audiencia compartida en la que pareció asustada, probablemente ante el miedo que le inspiraba el patrón de su marido. La señora Guaidó, a lo mejor ya autoproclamada Primera Dama, de seguro que con los dineros otorgados a su esposo, salió en gira hacia el exterior, con una extensa comitiva, en lo que sin lugar a dudas sería un viaje para hacer relaciones públicas en servicio de su cónyuge.
Con excepción de sus cómplices cercanos, opositores al gobierno constitucional de Nicolás Maduro, viejos marrulleros de la derecha desdeñan al “autoproclamado” a quien, según sus propias interpretaciones lo toman como un “tonto útil” lo que encaja bien a partir de su papel de títere del gobierno de Trump y su banda de cawboys: Pompeo, Abrams y Bolton, desesperados ante la frustración de que Guaidó no les esté sirviendo como lo esperaban, aunque, según siniestras premoniciones, les prestará un inigualable servicio deshaciéndose de él mediante algún procedimiento práctico pero criminal, para que culpando al gobierno, sea pretexto que les venga de perlas, para la consumación de la invasión militar que tienen como “opción sobre la mesa”, palabras de la retórica de Trump y que Guaidó repite en su oficio de marioneta obediente.
Ya los Estados Unidos tuvieron un repudio absoluto con la intentona del 2002, cuando el pueblo venezolano rechazó el golpe y exigió la restitución de su presidente, no obstante la resistencia de una oposición que incluso, y esto no lo debería ignorar el pérfido Guaidó, asaltó el palacio presidencial de Miraflores, desde donde el ya mencionado Pedro Carmona, rodeado de un séquito de seguidores ceremoniosamente se autoproclamó presidente de la república.
En esa ocasión fuerzas militares leales al gobierno constitucional y gubernamentales con civiles, retomaron el control sacando a Carmona y sus cómplices que huyeron a refugiarse a embajadas protectoras, con lo que se reinstaló el gobierno de Chávez para continuar el proceso revolucionario que hasta la fecha, contrario a la propaganda de la oposición, beneficia a la mayoría de venezolanos.
Mientras tanto Guaidó seguirá desintegrándose al continuar como una anomalía en el contexto social y su existencia propalando su propia usurpación se ira desdibujando hasta quedar nada más que una sombra que solo justifique su presencia mientras que los operadores que lo inventaron ya no lo necesiten y lo arrojen al basurero de la historia como la inservible marioneta que fue.
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