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Oct 13, 2019 La Quinta Pata Preguntemos (nos) Comentarios desactivados en Trilogía sobre el amor: entre el teatro y la danza
“Allí donde nadie habla porque nada puede
explicarse
las manos ocupan el lugar de las palabras”
Pellegrini, A.
Un texto tiene en su trasfondo un enunciado-soporte. “¿El amor se encuentra “entre” el teatralizar y el danzar?” Una pregunta también es estructurante como frase cerrada. El teatro y la danza son cuerpos, simplemente eso, algo imposible de explorarse todo, ya sea por las letras o por el movimiento y, ¿qué mayor noticia para las amatorias que ésta?
¡ … Un cuerpo es imposible de ser explorado todo … !
Escribe Aldo Pellegrini en su poema “Los peligros de la danza”:
“La
danza te encadena a lo distinto
la danza que roza el espacio y no lo penetra
la danza sin puertas, la danza hacia la unidad del aire”
La danza es la inanición de la forma tras la condena del pétalo. De alguna forma es la quinta pata del teatro, arte que crea escenas bajo la astucia de lo textual. “¿Cuántas escenas más me vas a hacer?” Le dice el masculino a la masculina, y arranca el teatro del desencuentro.
En esta tercer nota, luego de inaugurar el vacío y llevarlo a su impregnada metamorfosis, se ha llegado al plano del acto y es por esto que entre escenario y movimiento daremos letra a la materia con que fulminamos la materia: el amar.
Para Jerzy Grotowski el teatro es un arte exploratorio en donde el actor autoconoce su espiritualidad a fin de revelar en forma de signo su verdad íntima ante el espectador. La esencia del actuar es el develar el enigma del moverse en una forma sin representación definida pero simbólicamente comunicante. La corporalidad de quién actúa bucea en su sensibilidad como un labio sobre la lengua que lo habla, o un brazo sobre el vacío que lo abraza.
Hay un solo elemento fundamental para la existencia del teatro según Grotowski: el encuentro entre actor y espectador, moviente y mirador, enigma y descifrante. El teatro existe sin vestuario, existe sin escenografía, existe sin luces, existe sin efectos especiales. Pero sin un símbolo y una intriga no hay hecho teatral.
A su modo y en su campo Rhea Volij escribe sobre el entrenar de la Danza Butoh en su texto denominado “Componer”: “Queremos hacer del cuerpo en danza un campo de experimentación, pero también un campo de conocimiento” y luego agrega “Capturar el tiempo de las cosas es incluir el verbo en el nombre, la dimensión de un ritmo, de una temporalidad propia de la materia”
¿Acaso las prácticas del cuerpo no son una práctica del amor, entendiendo a este como el sentir que ampara la ceguera excitante del arrojarme en otro que desconozco y deseo? ¿Acaso el amar no es una práctica del escenificar y del danzar, del instaurar ronroneos falsos en el gatuno deslizarse temporalidades enramadas? ¿Acaso no se ama el sin reloj de la ausencia y la presencia en que otro seduce y desencuentra mientras instaura huellas sobre verdades íntimas compartidas de a pequeños pasos tibios que se sospechan cualidades invisibles respiradas?
En el teatro la escena habla su metáfora, representa un nicho de tiempo cultivado por las plantas del preguntar; en la danza el movimiento encuentra dónde decir el incendio de su jaula, el escape del viento interno hacia los cosmos eternos de la ontología perdida. En el amar, en la cotidianeidad del amar, esos reales instantes del conversar, del ojearse, del odiarse con tanto amor y del amar con tanta sordera, el teatro y la danza están todo el tiempo. ¿Cuál es sino la función de las velas, de la plaza bajo las estrellas, de la carpa en el medio del bosque o del desnudo repentino en el baño de un bar? La escena inscribe el lugar de lo creable, la atmósfera que anida el tiempo de los cuerpos deseados, esa cortina de placer humeante que dice si y no a la concreción del soplo, esa danza de uno arriba del otro y al costado y por los aires y por detrás y en los adentros iluminar los afueras con danzas de singulares goces escenificando orígenes de videntes circulaciones… el dedo que espasma un vientre dorado es teatro, la contracción es la danza… la mirada que adelanta el beso es teatro, la electricidad de la conexión es danza.. la palabra que hiere al mundo del otro es teatro, el llanto inagotable es danza.. el detenido desnudarse ante el otro es teatro, la nebulosa visión que desencadena a las crispaciones mojadas es danza.
Este vivir amante “entre” escenas y movimientos vuelve actuación la dramática cotidiana en que lo real puede ser edificante percepción. El “entre” implica que no es ni teatro ni danza el amor, sino que como se escribió en la primer logía es un vacío que luego se metamorfosea en obras que actúan su existencia para vaciarse en metamorfosis que escenifican el vacío que metamorfosea la vida y ficciona el sin sentido de la amatoria al espejo que soy yo en el otro… personaje imaginado… solo… para… ser… penetrado.
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