Una visión crítica sobre los intelectuales hacia el fin del siglo XX,

Mar 13, 2016 Eduardo Paganini El baúl Comentarios desactivados en Una visión crítica sobre los intelectuales hacia el fin del siglo XX,

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En una sección denominada La disgresión [sic] del mes, Alejandro Crimi —ya entonces (1999) erigido en un importante editor y periodista cultural de Mendoza— exhibe su opinión poco amable sobre los intelectuales de la época que —ya en ese entonces— mostraban evidentes comodidades en sus ‘quehaceres’.

La muerte de los últimos setentistas (asesinados algunos, suicidados otros) y la excesiva transparencia de los ochentistas, ha dado lugar, en este fin de milenio, a una nueva deformación de las ideas: el intelectualoide. Intentaremos, a continuación, precisar algunos aspectos de la creatura.

Como primen medida es prudente aclarar que perversiones del pensamiento siempre hubo, pero, hasta ahora, nunca habían logrado tanto éxito. El motivo de la catástrofe tiene, seguramente, mucho que ver con la desaparición de los intelectuales. ¿Dónde están hoy esos gloriosos espadachines de la pluma y la palabra?, ¿qué oscuro sortilegio los convirtió en docentes universitarios y periodistas?, ¿vendrán nuevos tiempos donde los pensadores no se pasen la vida conservando tristes espacios de poder? Estos son solo algunos de los interrogantes que inquietan a miles de lectores argentinos, muchos de los cuales, desolados y aburridos, ya han comenzado a transformarse en televidentes.

Pero vayamos al grano (que a esta altura es forúnculo). Un intelectualoide queda definido por un conjunto de actitudes y habilidades.

A saber:

1- Cuidan su imagen. Aman el buen vestir, gastan los espejos y saben sostener una mirada altiva.

2- Poseen una habilidad innata para leer las contratapas de los libros y sus solapas. También son talentosos en la lectura de titulares, obituarios, clasificados y gacetillas.

3-Creen que los demás les creen.

4- Son grandes presentadores de libros. Su dialéctica solipsista unida al uso suspicaz de la palabra produce en los espectadores un efecto arrollador.

5-No queda duda de que son verdaderos maestros en el arte de la cita. Hay quienes afirman que un intelectualoide avezado puede llegar a estar más de cuatro horas y media citando autores que nunca leyó.

6-Les encanta plagiar.

7-El éxito los obnubila.

8-Son tiernos pero bastante boludos.

Con respecto a los mitos que tejen las voces populares sobre el intelectualoide, hay algunos muy poco exactos. Por ejemplo el que se refiere al hábito alimenticio: ¡no es correcto que el intelectualoide chupe sangre! Es una infamia. Si bien es cierto que son vagos, y que la mayoría vive currando o son mantenidos hasta altas horas de la vida, la acción física de succionar hemoglobina, es un verdadero disparate.

A esta altura de la nota, el estimado lector se estará preguntando: “¿Qué hago, entonces, ante la presencia de un intelectualoide?” No se alarme. Llame inmediatamente a los teléfonos (0261) 4511417/18 – (0261) 4511410/1151[1] y pida asesoramiento profesional.

Fuente: Alejandro Crimi, Los  intelectualoides (o la superficialidad como método), en Revista Acceso, Mendoza, 1999

Referencias:

[1] Desconocemos si en la fecha de edición (1999), estos números telefónicos corresponden al mismo usuario de hoy, que corresponden al Hospital El Sauce, especializado en enfermedades mentales.

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