El PJ menduco contagiado por el virus de derecha

Oct 04, 2015 Ramón Ábalo La Pata Semanal Comentarios desactivados en El PJ menduco contagiado por el virus de derecha

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Estás meando fuera del tarro suele afirmase cuando uno dice alguna barrabasada como ésta de afirmar que Mendoza es conservadora. Es que conservadores son algunos, obviamente los que son los dueños del poder del dinero, de los que concentran la riqueza de la producción (vitivinícola, frutícola, agraria en general) de la explotación del esfuerzo ajeno, de los laburantes, de los pequeños y medianos productores de la tierra y la industria. Los especuladores financieros, los del sistema bancario prestamista y usurario.  Pero claro, estamos hablando de los últimos años y no de aquellos primeros en que se creó la identidad nacional, desde el 1810. O tal vez, antes. Porque, vaya paradoja, a punto de desaparecer aquí en Mendoza al menos, el conservadorismo político orgánico, el que se expresa -se expresaba- en el Partido Demócrata (PD), para más datos, los gansos,  ha migrado casi masivamente al justicialismo, al radicalismo y al socialismo social demócrata a la europea. Claro, para contagiarlos, no para mutar y contagiarse de aquellas identidades. Más que nada al justicialismo. Un virus realmente maligno. Un fenómeno que hace pie en todo el país. Ya se sabe: el pejotismo, o sea el PJ, es nada más que el aparato electoral que armó oportunamente el mismo Perón, para quien el emprendimiento político-ideológico fue el Movimiento Peronista, con el que el líder construyó su poder en el campo popular y también al interior del ámbito orgánico.

Perón transitó con no pocas dificultades para afirmar la estructura orgánica. Primero para el 46 fue el Partido Laborista, liderado por Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne (frigoríficos), con quien rompió inmediatamente después de ganar en las elecciones del 1946. Entonces fundó el Partido Único, lo que le valió ácidas críticas, tildándoselo de un acto con olor a corporativo fascistoide, tal como se lo tildaba por la izquierda de entonces, antes de las elecciones. Cambió nuevamente el título y le puso Partido Peronista, lo que también le trajo dolores de cabeza, teniendo que enfrentar el mote de personalista. Finalmente, fue Partido Justicialista, con lo cual obvió toda crítica, denominación que solamente sirve, al peronismo, para solventar la identidad electoral. Para nada más, menos para la identidad libertaria que suele tener, y tiene hoy en día también, la izquierda del movimiento con algunos sectores del centro. 

Ese peronismo justicialista no solamente es derecha, reaccionario -hablamos de la cúpula- sino que es, por eso mismo, el elemento más negativo para el movimiento peronista, para el gobierno nacional que lo representa, para un Estado que tiene coincidencia con aquel primer peronismo de Perón. El del Estado de Bienestar, tal vez el primero en el mundo de la postguerra.

Es el peronismo de las primeras generaciones del 17 de octubre de 1945, el de la resistencia a la Libertadora, el peronismo de los fusilados del 46, de la masacre de León Suárez, el peronismo de los documentos de La Falda, de la CGT de los Argentinos, el de los Montoneros, FARC y FAP, el del luche y vuelve. Aquel peronismo que desde el materialismo dialéctico, desde el marxismo, lo inscribe ideológicamente como revolución democrático burguesa. Lo fue y lo es hoy en día en la versión kirchnerista, camporista y aliados en Unidos y Organizados. Lo que estamos llamando también como el bloque nacional y popular, que será en el futuro la identidad de lo que ya no será: ni justicialismo, ni radicalismo porque para construir aquel legado de Hugo Chávez, el socialismo siglo XXI, será a construir por todos, incluso más allá de las fronteras geográficas de entre los pueblos latinoamericanos. Y de las estructuras  políticas actuales, totalmente obsoletas que incluye al pejotismo, más que nada el de Mendoza, para la construcción revolucionaria. En el triunfo nacional y popular del próximo 25, el pejotismo mendocino no tendrá nada que ver. Es que su dirigencia es desde siempre el componente mayor de los mariscales de la derrota.

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