Evocando el 17 de octubre con Clarín (III)

Nov 20, 2016 La Quinta Pata El Baúl Nacional Comentarios desactivados en Evocando el 17 de octubre con Clarín (III)

Fuente: Clarín Sección: Suplemento Especial

Título: La Resistencia y el movimiento obrero.

Autores: Oraldo Norvel Brito (Senador Nacional)

Lugar: Buenos Aires.

Fecha: Martes 17 de octubre de 1995.

Cuando el 16 de junio de 1955 aviadores navales sublevados bombardearon la Plaza de Mayo y sus alrededores, hiriendo y matando a una cantidad de civiles indefensos, nadie imaginó que con ese acto salvaje el país se introduciría en una espiral de violencia que costaría muchísimo remontar.

Tres meses más tarde Perón era derrocado y miles de ciudadanos fueron encarcelados e interdictos en nombre de la libertad y la democracia. La Constitución de 1949 fue derogada, y con ella los derechos sociales: la gran mayoría fue proscripta, desatándose una terrible persecución ideológica. Símbolo del clima de aquellos tiempos fueron el secuestro y desaparición del cadáver de Evita, y el decreto 4161, que consagraba el delito de opinión y prohibía nombrar a Perón, Evita, cantar la marcha partidaria y mostrar los emblemas del peronismo. Un furioso revanchismo se había instalado en la sociedad.

Los trabajadores advirtieron antes que nadie los estrechos límites de la dictadura, servida por dirigentes políticos y sindicales de diverso origen, agrupados bajo el común denominador de antiperonistas, y a través de la CGT dispusieron una huelga general. La respuesta del gobierno fue el asalto a los sindicatos y la intervención a la CGT, actos inútiles frente a la fuerza y grandeza del movimiento obrero. Al abrigo de las persecuciones y las injusticias surgió una nueva militancia que fortaleció el peronismo y cerró filas en tomo a sus dirigentes proscriptos. Las cárceles y lugares de confinamiento se convirtieron en verdaderas escuelas de formación política y sindical. Así empezó la Resistencia. Los trabajadores se nuclearon en la CGT auténtica, mientras los gremios “normalizados” constituyeron una intersindical. La constitución de la Mesa de las 62 Organizaciones Sindicales Peronistas provocó una mayor ofensiva contra el movimiento obrero.

La Mesa de las 62 Organizaciones surgida en el calor de la lucha, pronto se convirtió en brazo ideológico y político de los trabajadores, dispuestos a pelear el regreso de Perón. Son imborrables los nombres de Avelino Fernández, Armando Cabo, Andrés Framini, Dante Viel, Sebastián Borro, Héctor Tristán, Federico Durruti, Alberto Campos, José Notaro, entre muchos otros.

La Resistencia Peronista protagonizó 108 conflictos entre 1956 y 1957, jaqueando a la dictadura y demostrándole que su intento de desperonizar el movimiento obrero producía el efecto contrario. Puesto que no se trataba de luchar por reivindicaciones profesionales, sino de sostener un modelo político, económico y social, una cultura, un proyecto de nación que los trabajadores querían protagonizar.

El 23 de febrero de 1958, el apoyo de Perón, traducida en la campaña de las 62 Organizaciones contra el voto en blanco de los trabajadores le dio el triunfo electoral a Frondizi. Sin embargo, y alimentado por el viraje político del presidente, el movimiento obrero produjo en tan sólo doce meses ochenta y cuatro conflictos, entre ellos la huelga del S.U.P.E., en rechazo a los contratos firmados por el gobierno. El protagonismo, la representatividad y la conducta política demostrada en este período por “las 62” permitirían la recuperación de la mayoría de los gremios y, en 1961, la restitución de la CGT. La lucha obrera continuó con la huelga y toma del frigorífico “Lisandro de la Torre”, en enero de 1959. La tenaz resistencia gremial hizo que ese mismo año, a raíz de nuevos conflictos, el gobierno movilizara militarmente a los bancarios, municipales y ferroviarios, opositores los últimos al plan Larkin. El instrumento ideado para la represión fue el plan Conintes, con lo que se consiguió encarcelar a numerosos dirigentes. A su vez, los ferroviarios volvieron a protagonizar una memorable lucha en 1961 con una huelga que se prolongó por 42 días y que, al igual que otras, no perseguía una reivindicación salarial, sino la defensa de los ferrocarriles como parte del patrimonio nacional y de la fuente de trabajo.

A principios de 1962, el gobierno de la UCR decidió convocar a elecciones confiando en que el peronismo no triunfaría. Perón comprendió que las circunstancias lo colocaban ante la posibilidad de producir un hecho decisivo. Tres dirigentes gremiales —Olmos, Fernández y Framini— lo visitaron en el exilio para acordar el rumbo a seguir. El resultado de esa operación fue el triunfo el 18 de marzo de 1962 de la fórmula peronista Framini-Anglada en la provincia de Buenos Aires, hecho que le costó la presidencia a Frondizi. En 1963, con el peronismo proscripto, se realizaron nuevas elecciones presidenciales en las que triunfó la fórmula radical Illia-Perette, dejándose de lado el compromiso de no participar del acto electoral si el peronismo continuaba proscripto. De todas maneras, el radicalismo llegaba al poder con una gran debilidad política, puesta de manifiesto en la cantidad de votos obtenidos en los comicios, igualada por los votos en blanco.

En estos años “las 62” condujeron la resistencia de los trabajadores en concordancia con las ideas y las instrucciones de Perón. Y, en 1964, produjeron conjuntamente con la CGT otro suceso memorable en la historia del movimiento obrero argentino: el plan de lucha que culminó con la toma de más de diez mil fábricas en todo el país, probando una vez más la dignidad y consecuencia con que la dirigencia gremial defendía las banderas del peronismo y exigía el retorno de Perón a la escena política nacional.

Esto fue el movimiento obrero bajo la conducción de “las 62”, actor principal en la resistencia a las dictaduras y pseudo-democracias que gobernaron el país a partir de 1955 y con su lucha sin claudicaciones no sólo hizo posible el retorno de Perón, sino también que el peronismo sobreviviera a las cárceles, confinamientos, proscripciones, fusilamientos y las peores persecuciones imaginables.

“Cómo viví el 17 de octubre”

Horacio E Ballester Coronel. (R)
Ese día me encontraba de guardia en el Colegio Militar de la Nación, donde a la sazón cursaba el tercer año como cadete.
Gracias al movimiento propio de la guardia de prevención, nos fuimos enterando de las grandes concentraciones obreras que se dirigían hacia la Plaza de Mayo con finalidades para nosotros poco precisas, ya que la incomunicación del cadete con el mundo exterior era casi total, salvo durante las poco más de 24 horas semanales que teníamos de franco.
En esas breves salidas de que gozábamos, los temas políticos, tanto nacionales como internacionales nos preocupaba muy poco, salvo la indignación que sentíamos por el virtual bloqueo comercial y diplomático al que fue sometida la Argentina durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, así como la intromisión de la Embajada de los Estados Unidos en los asuntos internos de nuestro país.
El 17 de octubre, lo que nos sorprendió, fue que no se adoptara ninguna medida especial de seguridad (frecuente en esos días), en cuyo caso marchábamos hasta los fondos del Colegio Militar y nos pertrechábamos para un posible ataque de las tropas de Campo de Mayo contra nuestro Instituto; un tiempo después nos enteramos de que todo era consecuencia del enfrentamiento entre los generales de Campo de Mayo (antiperonistas) y el director del Colegio Militar, Cnel. Oscar R Silva (peronista fanático) y un gran nacionalista.
Cuando Perón fue detenido en Martín García, Silva fue relevado de su cargo al que retornó junto con el regreso de Perón al poder, con gran alegría de los cadetes y al parecer también de los oficiales del Instituto, pero lo que más nos impactó fue la eufórica alegría del personal civil por el retorno de Perón.
Al recibirme de subteniente, fui destinado a Río Gallegos donde choqué con la ideología antiperonista de la mayoría de los oficiales; con los años aprendí, que los inhóspitos destinos de frontera son utilizados frecuentemente como lugares de destierro y castigo para los oficiales que no comulgan con la ideología gobernante. A pesar del apogeo peronista en la mayoría de la oficialidad, la prédica disolvente comenzó muy temprano y ocho años después (1955) provocó los tristes acontecimientos cuyas penosas consecuencias nunca terminamos de pagar.