Mendoza y el último lance caballeresco

Nov 15, 2015 La Quinta Pata Recomendada Comentarios desactivados en Mendoza y el último lance caballeresco

El periodista Francisco

Orsini, hombre de honor

Por Alberto Atienza

Mendoza ya dejaba de ser, de a poco, esa ciudad de alegres acequias cantarinas y doradas hojas secas en la que nunca pasaba nada. 1969. Tal como se estilaba, un gobierno castrense en el poder. Fiesta de la Vendimia, acto central, desastroso como muchos, con baches, texto en off ampuloso, redundante en lugares comunes. La crítica de diario “Los Andes” fue muy dura con esa sobrecarga de danzas folklóricas y ninguna historia. Un periodista del matutino mencionado, Francisco Orsini trató de entrevistar al director de Turismo, ente responsable de ese desaguisado lumínico y cerril. Era el teniente coronel (RE) Oscar Manzoni, para que diera su opinión sobre el tema.

El militar comenzó a insultar a toda la redacción del diario, con términos muy poco inspirados. Se paró Orsini y Manzoni, ‘presa de la ira, se le aproximó, tomó la silla que usó el redactor, la levantó hacia el cielo y la estrelló contra el piso, sin dejar de ofender a los plumas del matutino.

Ya en la Redacción, rodeado por sus compañeros Orsini contó lo ocurrido. ¿Y ahora que puedo hacer ante este maltrato que hemos recibido? preguntó en voz alta. No hubo respuestas. Solo murmullos. Y de pronto una voz, como en falsete, se dejó oír: “Retalo a duelo” Nadie identificó al que habló. Para mí (yo estaba en esa reunión, era reportero en Artes y Espectáculos) el que desencadenó todo fue un duende. Prendió la propuesta. Dicen que un escriba de LA, Rubén “Fruta Seca” Herrero habló por teléfono a LV10 y el lance caballeresco quedó ya instalado.

Orsini designó a sus dos padrinos: Guillermo Petra Sierralta, abogado, artista plástico y gran crítico de arte y a mí, quien recuerda ahora ese duelo. El coronel Manzoni eligió al teniente coronel José Armando Aguirre, vecino de la Tercera y al abogado Federico Vargas Galíndez, excelente profesor de Historia del Liceo Agrícola (me consta). Los asistentes del periodista fuimos los encargados de comunicarle a Manzoni que Orsini lo retaba a duelo. Todo eso fuera de las películas: no le pegamos en el rostro con guantes. Se le informó, algo que ya sabía el militar: el ofendido ostentaba el derecho de elegir arma, de fuego, espada o florete.

Se concretó el duelo el 17 de marzo de 1969 en el interior, gran patio, de la planta envasadora de frutas de la familia Munafó, en Las Heras. Por Orsini estábamos los dos padrinos. Lejos del militar, que se encontraba parado cerca del portón de ingreso, solo, con una dura sonrisa impresa en su boca, se veía a unas cuantas personas. Acaso amigos del duelista. Hubo un sorteo realizado por los padrinos pues las dos pistolas no eran iguales y una pesaba más que la otra (el peso o liviandad de un arma son a veces ventajas para un tirador) Fueron situados los contendores a unos quince metros uno de otro. Vestidos con trajes negros, igual que los padrinos y con las solapas de los sacos subidas: el blanco de los cuellos de las camisas es una orientación segura para dirigir un disparo. Frente a frente los duelistas. Sonaron, una detrás de otra, dos detonaciones, una suerte de chasquidos. El proyectil de Orsini levantó tierra a los pies de Manzoni. El del militar se perdió en el aire. Retiradas las pistolas de largo caño los duelistas fueron invitados a reconciliarse. Ambos se negaron. Y colorín colorado el duelo se dio por terminado.

Las armas, sin estrías para centrar el recorrido interno y externo del plomo, no imprimían dirección certera, por la carencia de esa guía. Los proyectiles se componían de un cartucho metálico de corto tamaño (poca pólvora) y una munición. Dañar a alguien a cierta distancia con esas máquinas era algo difícil pero no imposible.

La palabra honor, resonante en su enunciado. Antes, el vocablo tenía significaciones y elementos casi sagrados, inviolables. No tan lejos en el tiempo, quien oralmente prometía algo lo cumplía de modo inexorable. Estaba su honor de por medio. Resultaba inconcebible pensar que pudiera ser eludida una obligación asumida.

Sin embargo eso empezó a ocurrir. Florecieron entonces contratos, pagarés y otros documentos que remplazaron a la palabra. Y el honor se refugió en su último bastión: el lance caballeresco, tradicional y antiguo modo de sancionar a un calumniador, de defender a una dama, a un ser desprotegido, de corregir algún exabrupto de inadaptado. Muchos contendores a lo largo de años perdieron la vida en esos enfrentamientos.

Algo que aunque se niegue existe, es indominable y se manifiesta en los duelos: la irrupción del miedo. La carencia de temor no significa ser un héroe. Vencer a ese gigante del alma, doblegarlo y marchar al combate, alta la frente, con el pavor repicando en las venas, eso es valentía. Francisco Orsini, lo hizo. Ese hombre tranquilo, de hablar pausado, un verdadero caballero, enalteció para siempre al honor de los periodistas mendocinos. Por ello no hay que olvidarlo. Falleció hace dos años. Y nos dejó el ejemplo de su noble calidad humana. Vaya hacia él nuestro grato recuerdo y el más intenso de los agradecimientos.