Mesa y Doria Medina reeditan el mercadeo de las alianzas políticas en Bolivia

Sep 29, 2019 La Quinta Pata Latinoamérica, Otras Comentarios desactivados en Mesa y Doria Medina reeditan el mercadeo de las alianzas políticas en Bolivia

El reciclaje de las élites adquiere nuevas formas que en la práctica muestran su decadencia y total falta de iniciativas. En lo que hace a la historia democrática boliviana, los partidos políticos de la derecha fueron siempre la expresión de minorías fragmentadas. Su reproducción en el poder a como dé lugar, replica el objetivo de los viejos partidos tradicionales.

Por Ramiro Ramírez S. para Prensa Rural

La renovación de las élites oligárquicas está marcada por la conservación patrimonial/familiar del poder. Su vigencia, por generaciones, no estuvo signada necesariamente por méritos ni mucho menos por atributos propios del liderazgo, sino por el pragmatismo y el grado de beneficios a conquistar.

En la historia boliviana, los viejos republicanos y liberales de fines del siglo XIX y a los largo del siglo XX hicieron gala de de una lógica cuasi mercantilista del poder. Su rotación en el Gobierno, que luego llamarían alternancia, no era más que un hecho formal que permitía a los miembros de la rosca, usufructuar de los beneficios del poder.

Allí estaba el electo Jefe de Estado (por el golpe de las armas o por las urnas censitarias) colocándose la medalla y la banda presidenciales en la ceremonia sagrada del rito democrático. El elegido acudía a su investidura rodeado de sus amigos de siempre, de aquellos con los que compartía las recepciones sociales con la misma intensidad que los conciliábulos conspirativos.

No era casual por tanto que la política misma, siendo un atributo de unos pocos, llevara apellidos de la casta señorial, de los “dueños de vidas y haciendas” que, como llamados por Dios, se atribuían para sí la representación del soberano.

Desde los Alonso, Arce, Pacheco, Hochschild, Patiño, Aramayo… (aquellas expresiones de la democracia oligárquica) hasta sus variantes de clase de los Paz, Banzer, Sánchez de Lozada/Sánchez Bustamante (imágenes cruentas de la decadencia neoliberal), la política escrita por los partidos tradicionales estuvo marcada por la conveniencia y el oportunismo.

La renovación de las élites no era necesariamente un hecho líneal, sucesorio/hereditario. Era más bien la expresión de una correlación de fuerzas basada no en el consenso ni en el respaldo de masas, sino en la magnitud de la fortuna acumulada, en la cantidad de cabezas de ganado o finalmente en el tamaño del arsenal disponible. Así de cruenta resulta la historia de aquellos grupos de poder que se turnaron para gobernar Bolivia.

Si la crudeza de aquella historia pesada de describe en escenas del golpismo civil/militar, la democracia pactada dio también lecciones tan dramáticas como los cuartelazos y las matanzas de obreros y campesinos.

La supervivencia de una democracia usurpada al pueblo, después de su recuperación en octubre de 1982, se tradujo en las más descaradas alianzas y pactos. En los años 80-90, los teóricos de aquellas formas de gobierno intentaron incluso constitucionalizar los pactos y alianzas políticas post-electorales porque en las urnas ninguna de las fuerzas lograba el 50 por ciento más uno de votos. Las “mayorías relativas” develaban el carácter minoritario y excluyente de las élites.

Un puñado de agrupaciones de derecha compartieron el poder en Bolivia durante el llamado periodo neoliberal: MNR, ADN, MIR, FRI, PDC UCS, Condepa. Aquella fragmentación era compensada luego por alianzas post-electorales que terminaban por designar presidente a quien el pueblo no había elegido. Es conocida la historia de cómo Jaime Paz Zamora (1989) asumió el cargo siendo tercero en las elecciones generales.

“Hoy por ti, mañana por mí”, era la máxima de los líderes neoliberales, cuyo pragmatismo no tenía límites ni pruritos. Lo anterior, explica en gran medida, lo que ocurre hoy con el jefe de Unidad Nacional, Samuel Doria Medida, un heredero de la política empresarial del pasado, y su respaldo a la pálida y casi encorvada candidatura de Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana.

“Unidad Nacional esperaba el apoyo para las (elecciones) municipales de Comunidad Ciudadana, ellos le llaman reciprocidad. Dicen que la alianza no tiene nada a cambio, pero luego demandan algo, mostrando que, como lo hicieron en los gobiernos pasados, siempre hay algo a cambio que ellos esperan. Parece que solo hay una búsqueda esforzada por el poder, por volver a estar en el Estado para volver a utilizarlo como un botín””, declaró el ministro de comunicación, Manuel Canelas, al referirse al acuerdo tácito entre Mesa y Doria Medina.

El empresario de las hamburguesas y otros rubros que engordan, declaró a la red Erbol: “Esperamos que haya reciprocidad de parte de Comunidad Ciudadana, tenemos candidatos importantes y fuertes. Esperemos también, sin pedir nada a cambio, que sean recíprocos en el futuro, pero hablar ahora sería especular porque todavía no se ha convocado a elecciones municipales”.

El ardid de Mesa y su oficioso aliado, bien podría traducirse como un nuevo capítulo de la reproducción de las élites en el poder que hoy, de cara a la realidad, grafica su decadencia.