La actuación de ayer de Javier Castrilli reavivó una polémica que desde hace varios años se mantiene en la AFA. Los dirigentes de la Escuela de Árbitros y del Colegio de Árbitros, los miembros del Tribunal de Disciplina, los jueces mismos, los directivos de la AFA y los de los clubes afiliados, los jugadores, los periodistas… Todos se sumaron a la discusión: ¿Castrilli actuó bien al expulsar cuatro jugadores de Ríver por quebrantar las leyes del juego o no tuvo  cintura como para manejar la situación? ¿Quiénes tienen razón? ¿Los que priorizan el  espectáculo o los que se aferran a los reglamentos?

La cuestión no es simple de analizar porque el límite del agravio es no es simple de analizar porque el límite del agravio es difuso. Las diferencias de criterios están planteadas claramente si se comprueba que el veedor enviado por la Escuela de Árbitros calificó la actuación de Castrilli como buena (8 puntos sobre 10, confirmaron) y que todos los medios periodísticos coincidieron al afirmar que Castrilli había tenido un mal desempeño.

¿Cómo puede ser semejante diferencia? Y si a esto le sumamos que los dirigentes de la Escuela y del Colegio de Árbitros respaldaron a Castrilli contra la opinión de los observadores, la distancia entre unos y otros se agranda.

Clarín mantuvo ayer una interesante charla off de record con un miembro del Tribunal de Disciplina de la AFA, quien prefirió no ser identificado. Esta persona dijo: “Estoy completamente de acuerdo con la actuación de Castrilli porque esto de las protestas masivas se tiene que terminar. Los jugadores de los clubes grandes se creen dueños de hacer cualquier cosa dentro de una cancha”, dijo con dureza.

Parte de lo que dijo este hombre anónimo es cierto, pero también es verdad que la cosa no pasa porque aparezca un justiciero (Castrilli en este caso) que por su exclusiva cuenta decida resolver todos los problemas. Está claro que los árbitros están colegiados, que tienen reuniones semanales para coordinar sus criterios y que además de las leyes existe el espíritu de la ley, que es algo parecido al sentido común que cualquier persona aplica en sus actividades.

El ejemplo italiano

Este miembro del Tribunal de Disciplina, cuando se calmó en su alocución inicial, deslizó una reflexión acertadísima: “Tal vez la respuesta la tienen los italianos, quienes por algo tienen el mejor torneo del mundo. Los jueces expulsan como último recurso, cuando se les hace absolutamente necesario. Si un jugador aparece desde atrás y los insulta, los árbitros tal vez, si no se le complica el partido, lo dejan pasar para resguardar el espectáculo. Dicen que la gente paga entradas caras, que la televisión mueve un montón de dinero para ver fútbol y que ellos se deben al negocio. Ahí está la diferencia, los italianos toman al fútbol como un negocio y apuntan todo en ese sentido. Eso sí, el árbitro, al terminar el partido, completa una planilla que luego es evaluada por el Tribunal de Disciplina y por ellos mismos, con el video del partido. Se toman casi cuatro o cinco horas para analizar cada una de las situaciones que se producen en cada partido. Y en ese momento actúa la justicia. Para dar un ejemplo, supongamos que un jugador insulta al juez y el árbitro se hace el tonto y no lo expulsa. Bueno, después, el juez informa de lo ocurrido y el Tribunal de Disciplina lo sanciona. Por más que no lo hayan expulsado, lo sancionan”. La idea es interesante, aunque el remate que le dio nuestro interlocutor la hace de complicada realización en la Argentina: “Eso sí, allá todos son profesionales. Los árbitros, los veedores y los miembros del Tribunal. Todos tienen un sueldo y son full time”.

La cosa pasa entonces por resguardar el espectáculo o por ser fríos ejecutores de la ley. ¿Cuál es la respuesta? Nadie lo sabe, pero si cualquiera hace un repaso de las consecuencias que tuvo la mala actuación de Castrilli en Ríver-Newell’s se puede empezar a ver la luz. Nadie discute que Castrilli actuó con la ley, pero con una ley no escrita. Defendió su posición ante la agresión verbal de los jugadores pero no se sabe si esta se inició justamente por la actitud del árbitro. ¿Qué ocurrió primero? Lo único claro en este caso es que Castrilli se convirtió en el eje de una vieja discusión: ¿Qué es más importante? ¿El reglamento o el espectáculo? ¿La fría aplicación de las leyes o el sentido común para evitar escándalos? Es cuestión de ponerse a pensar.