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Nov 15, 2016 Ramón Ábalo La Pata Semanal Comentarios desactivados en Ni Trump ni Hillary, el mal es el imperio industrial militar yanqui
En el marco de un Estado burgués -el que sea en el ámbito global – signado por el sistema capitalista, cualquier sociedad es expresión permanente de profundas contradicciones de todo tipo, como lo es en el poderoso EEUU. Precisamente acaba de ganar las presidenciales un típico representante de esa sociedad que respira por todos los poros contradicciones, algunas profundas pero representativas. El poder económico de ese país está basado en el poderío político e ideológico del llamado complejo militar-industrial. Un poder que se puede expresar en términos metafísicos como poder diabólico puesto que de él emana la identidad imperialista, guerrerista y antihumana de ese país. Lo paradojal y contradictorio, es que es un poder bendecido por el poder subjetivo de la religión de la que emanan los efluvios de dioses todopoderosos. Subjetividad que se materializa esencialmente en la Iglesia Católica Apostólica Romana y en las miles y miles de sectas que copan todo el territorio yanqui y la conciencia de su pueblo, se expanden al resto del mundo, en especial donde les es más posible la captación, en comunidades donde prevalece una cuasi total marginación social. Difícilmente los niveles culturales propios alcancen para dificultar el expansionismo religioso de una cultura -la occidental y cristiana – en la que se asienta el poder imperial y universal, de los yanquis y sus acólitos de la Europa tan decadente como su socio.
Para el mundo más allá de las fronteras de EEUU y de la Europa, las lacras del capitalismo salvaje no se van a terminar, ni siquiera atenuar. En los últimos años hablar del fin del progresismo – el populismo – en la región apuntaba a una naturalización de lo contrario. Mejor dicho, a recomponer el poder cuasi omnímodo del Norte, que se desploma en la totalidad de las aventuras guerreristas en el mundo entero. No triunfa en ninguna de esas aventuras por lo que ya está en crisis, el interior de su pueblo, la vieja concepción de ser el poder universal, que deviene desde los tiempos mismos de su independencia política arrebatada a los ingleses. Desde entonces aquello de «América para los americanos». Americanos solamente ellos, y los pueblos al Sur del Río Grande, su patio trasero.
La usina ideológica que fue el Consenso de Washington hace unas décadas con el virus del neoliberalismo universalizó su estrategia imperial, lo que parece estar agotada, siendo el triunfo de Trump una fuerte expresión de ello. La problemática neoliberal que ha significado dolor y lágrimas de sangre para los pueblos de más allá de sus fronteras, se ha instalado fronteras para adentro. El establishment trasladó su avidez a los territorios donde el complejo industrial-militar se desarrollaría a niveles sin límites con mano de obra decenas de veces más barata que al interior de EEUU. No fue lo único, claro, pero es lo principal en la cadena que ahora aprieta a la economía y a millones de trabajadores, habitantes de territorios que se han transformado en pueblos y ciudades fantasmas. En el resto del mundo no ha ocurrido lo que con Detroit, la ciudad norteamericana representativa máxima de la industria automotriz. Hace años atrás las fábricas se fueron a México, a Canadá, a Brasil, a la India, incluso a la China tras las suculentas ganancias que significa la súper explotación de gran parte de su mano de obra proletaria. En Detroit no quedó ni una chimenea de esas fábricas que daban trabajo a millares de obreros especializados y técnicos de alto vuelo. Hace un par de años atrás sus autoridades institucionales pidieron la quiebra. Todavía es una ciudad donde prácticamente no vive nadie.
El multimillonario nuevo presidente para recuperar poder en su base donde ya hay unas cuantas decenas de millones de pobres debido a la escasez de trabajo, ese que se fue, se va encerrar para que no entre ni salga nada ni nadie. No entre nada ni nadie de la vecindad sudaca.
La estrategia aislacionista, muy propia del poder de ese país de magnates. Pero, como siempre, desde los albores de su independencia, va a seguir maltratando y jodiendo a gran parte del resto del mundo. Incluso a la Argentina del minúsculo macrismo.
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