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Jul 22, 2018 Ramón Ábalo Ramón Ábalo Comentarios desactivados en Yo soy yo y mis circunstancias (III)
Atravesé varias circunstancias hasta que ese transitar previo me condujo a una última circunstancia, a adquirir la identidad, MI IDENTIDAD que me sintetiza, ahora a los 90, LO QUE SOY.
La medias tintas nunca encajaron en la cotidianeidad de los anhelos y apasionamientos para esta construcción de SER, entendiendo que en cada instancia de esa búsqueda requería , aún lo circunstancial, ser el portador DE UNA CAMISETA identificadora, fundamentalmente en la acción político-social. Por eso construí a la identidad asumiendo concretamente lo que en cada momento vivencial me lo imponía. Y por eso primero fui nacionalista antiimperialista inglés, después asumí el peronismo ante el golpismo militar de la Libertadora y su política represora a todo lo que oliera a peronismo durante casi dos décadas. Incluso fueron posiciones colectivas del activismo bohemio de los años 43 en adelante.
Y, claro, había que laburar, había que – a los 16 años de edad – ayudar a solventar el pan de cada día en el hogar, adquirir los libros que reafirmaban costados de una construcción que no encontraba límites sino búsqueda, acción, discusión, atajos subjetivos de la conciencia. Y de esa búsqueda del SER, del querer SER. Y entonces, las lecturas… que nos empujaban a alternar con la concreción de la identidad personal y la del conjunto. Y ello era el hacer personal del arte pictórico, de algunos, y la literaria encajados en la socialización de ello en el común emprendimiento de la creación como fue la REVISTA VOCES, presentación de las pinturas de Sobisch, Pardo y otros, las charlas literarias, las peñas folklóricas en el Círculo de Periodistas, la profesión de la palabra mediante el periodismo, concretamente en mi caso en lo que fue el Diario La Libertad, de alcurnia peronista en 1953, después El Tiempo de Cuyo, de impronta nacionalista. Y La Tarde y decenas de periódicos institucionales, especialmente de los sindicatos. Pero antes un lapsus como bancario, de apenas seis meses. Descubrí que no tenía afecto por un conchabo burocrático, nada que ver con las aspiraciones con el campo de la creación. Apenas seis meses, pero antes el sindicalismo y la militancia en el gremio, o sea Prensa, y en la CGT. En ambas instituciones como dirigente en las Secretarias de Prensa
Deambulando en la bohemia, la actividad colectiva inalterable por varios años no resignábamos la militancia promovida por los sucesos que nos mantenían permanentemente en vela y ojo avizor, o sea el golpismo cívico-militar del gorilismo más rancio y represor. La Segunda Guerra Mundial, antes la guerra civil española; el nazismo y el fascismo, como bandera redentora la Unión Soviética, las guerras libertarias en Oriente Medio, Egipto, Argelia, el Congo, Nasser y Lumumba, los sucesos latinoamericanos y en lo más alto el peronismo, la revolución nacionalista en Bolivia en el 1952. El peronismo y el gorilaje golpista concretado en el 55. La lucha sindical por la recuperación de os gremios y la CGT y la política contra la Libertadora. El peronismo revolucionario: Montoneros, las FAR y las FAP; el Ejército Revolucionario, el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP); el Che, la lucha armada, el regreso, las Tres A, Isabel, López Rega, el regreso. La muerte y el golpe genocida.
Las y mis circunstancias hicieron que el golpe genocida, en el 76, me bajara el pulgar, como prácticamente a todo el pueblo argentino y me las tuve que rajar, poniendo distancia hasta llegar a Bolivia.
El ostracismo me trató bien, pero las circunstancias vividas en mi hogar, me obligaron a un regreso apresurado en tinieblas, al final de ese 76. Me encontré con un hogar en que se había instalado una tremenda disociación de la vida hogareña con una realidad que alteraba hasta el psiquismo a los demás habitantes de ese espacio: mi compañera Amalia, mi suegro Jorge, mis hijas Marcela y Mariana, mi hijo Jorge y una familia con 5 niños de 6 años de edad para abajo, con su madre. Amalia, mi compañera, se consumía en la atención a esa masa hogareña, al que le debo agregar a mis sobrinos Ramiro y Fabián dejados por su madre, María Elena hermana de Amalia, que se rajó un año antes a la Francia, poniendo distancias con el peligro de la dictadura.
Mi regreso al terruño en ilegalidad era para un momento tan sólo, y volver a los caminos del mundo, poner distancias y salvar el pellejo. Pero me la tuve que jugar para al menos dar una mano a Amalia, a punto de sufrir un trauma de caer en la esquizofrenia. Me importaba su salud física y mental a mi propia existencia. Años después, ya en democracia, pensé aquel momento y concluí en que esa jugada, si terminaba en caída en las fauces de la dictadura, hubiera sido peor, mucho peor para Amalia, la familia toda.
En fin, en la próxima la seguiré, y tal vez con un final que aún no es tal (seguirá).
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