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Feb 12, 2017 Eduardo Paganini El baúl Comentarios desactivados en Cenizas del cielo y terremoto en Bowen
Hace ya casi 20 años, los responsables de la gestión cultural de Mendoza decidieron registrar las viejas voces de los recuerdos y organizaron un concurso de autobiografías para los pobladores de experiencias y anécdotas. El fragmento que hoy edita EL BAÚL corresponde a un episodio que aún resuena en la memoria colectiva del sur mendocino y está vinculado con la invasión de cenizas por la erupción del volcán El Descabezado, que según las diferentes fuentes, llegó hasta Brasil.
Comentaré ahora un suceso que ocurrió en 1928 y que destruyó lo que tanto sacrificio habíamos conseguido, fue aquel gran terremoto. Una madrugada estábamos aún durmiendo cuando de pronto sentimos grandes ruidos, todo se caía, intentábamos correr pero no podíamos, duró algunos minutos, muy pocos, pero durante todo el día se sucedían las réplicas, teníamos tanto miedo que por las noches dormíamos afuera, arriba de fardos de pasto, tratábamos de conseguir chapas para resguardamos pero estaban agotadas, todos trataban de hacer lo mismo; durante algún tiempo vivimos atemorizados. Cuando los perros ladraban desesperadamente y las gallinas cacareaban más de lo normal ya sabíamos que se aproximaba otro movimiento, antes de eso oíamos un ruido muy raro y, al instante, el temblor.[i]
Nuestra casa, al igual que 1as otras de aquí, no fue destruida, posiblemente debido a la buena construcción de las mismas, que aunque eran muy precarias presentaban gran seguridad ya que habían sido construidas con adobes muy grandes de cuarenta centímetros de ancho por diez centímetros de alto que se colocaban atravesados para mayor grosor de las paredes, estas eran muy bajitas.
Aunque no teníamos medio de comunicación, muy pronto nos enteramos que en lugares vecinos este fenómeno había sido terrible, todos comentaban este acontecimiento y daban instrucciones de cómo actuar en caso de que se repitiera.
Al pasar el tiempo comprobamos que el fenómeno había desaparecido totalmente y comenzamos nuevamente a reparar lo que había sido dañado y siguiendo nuestra vida como de costumbre.
Años después, en 1932, otro suceso parecido nos sorprendió, a media tarde comenzó a llover pero esa lluvia no era la de siempre, en lugar de agua caía ceniza, era la primera vez que veíamos esto, no sabíamos de dónde provenía, estábamos muy asustados, duró hasta el día siguiente, al mediodía recorrí varios kilómetros hasta el pueblo, y el tren llegó cubierto de una capa blanca que parecía nieve, escuchaba algunos comentarios pero no sabíamos bien de qué se trataba. A las dos de la tarde todo empezó a oscurecerse, volví a casa lo más rápido posible, cuando llegué ya estaba de noche, nos reunimos con los vecinos aunque para ello debimos recorrer todo el camino con un candil en la mano, por supuesto que tampoco había luna que nos alumbrara, incluso un vecino llegó perdido sin encontrar su casa a la que no había podido regresar. Todos juntos opinábamos sobre lo que debíamos hacer, algunos queríamos ir al pueblo a averiguar, otros preferían esperar, aunque en realidad pensábamos que nunca iba a pasar.[ii]
Al día siguiente poco a poco empezó a despejarse el cielo, asombrados pudimos observar el desastre que esto había ocasionado en nuestros campos y animales. La tierra estaba cubierta de una gruesa capa de ceniza que no permitía el crecimiento de nuestras verduras. Los animales padecían largo tiempo y luego morían al comer junto con el pasto y al beber el agua esa ceniza en ella contenida, ya que se les hacía un endurecimiento al mezclar estas tres sustancias que tragaban. Otros morían de hambre.
A los ocho días después de esta catástrofe se pudo observar el redondel del sol, la noche también era distinta, nuevamente comenzaron a verse las estrellas y la luna. Cuando se levantaba viento en la atmósfera se veía una bruma de humo que parecía neblina.
Durante estos días no era necesario preparar lejía para lavar ya que como se hacía con agua y ceniza podía encontrarse fácilmente en cualquier hijuela del lugar, que acarreaba todo lo que había en sus orillas.
Aunque al pasar varios años encontrábamos en las excavaciones cenizas provenientes del volcán que había estado en erupción, lo que más nos impresionaba era pensar que en cualquier momento podía repetirse.
Reorganizamos nuevamente nuestras vidas, entre todos los vecinos consiguiendo así mayores adelantos para la zona.
Lámina. Materias: Volcán Quizapu (Chile) – Obras Ilustradas – Año: 1934 Colección: Biblioteca Nacional de Chile
Fuente: Francisco Valdivieso, Relatos con nostalgias: Autobiografía en Vidas que hacen historia, Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, Colección Volver a Leer, 1994. Quinto Premio del Primer Concurso Autobiografías. Fragmento.
Referencias:
[i] Por algún motivo el narrador confunde el año, ya que el movimiento sísmico registrado por el INPRES (Instituto Nacional de Prevención Sísmica) data del 30/5/1929, poco más de las 9:43, con una intensidad máxima de 6.8 en la escala de Ritcher y de grado VIII en la de Mercali. Cf: https://es.wikipedia.org/wiki/Terremoto_del_sur_de_Mendoza_de_1929 y http://web.archive.org/web/20120316080655/http://www.inpres.gov.ar/seismology/seismology/historic/hist.panel.htm
[ii] Este acontecimiento es el conocido como la erupción del Volcán Descabezado, suceso geológico que impactó notablemente en la cotidianeidad de las zonas próximas a la explosión. Para más detalles: https://es.wikipedia.org/wiki/Volc%C3%A1n_Descabezado_Grande, http://www.mdzol.com/nota/305721-cenizas-en-el-cielo-las-fotos-que-nunca-viste/ y http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98215.html
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