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Nov 06, 2016 Eduardo Paganini El Baúl Nacional Comentarios desactivados en Evocando el 17 de octubre con Clarín
En septiembre de 1945 dos corrientes dieron embate contra el Coronel Juan Domingo Perón, la primera de ellas es la más conocida: hablamos de la que aparecía encabezada por el embajador norteamericano Spruille Braden y por cápita de la futura Unión Democrática. “Perón cae en estos días y el que orquesta el golpe es Braden”, había dicho al llegar a Buenos Aires el periodista cubano Sosa Jr., miembro del directorio del Diario de la Marina y buen conocedor del diplomático yanqui. Pero no fue la gente de Braden la que dio fin al golpe, sino la corriente encabezada por el tándem Sabattini-Ávalos, que estaba en otra cosa, distinta de la Unión Democrática. Más, como ocurre en casos de tensión extrema, son los ultras los que se quedan finalmente con el santo y la limosna.
Amadeo Sabattini, quien había declinado una oferta política del Secretario de Trabajo y Previsión, permaneció en Buenos Aires hasta el 15 de octubre, pero antes convenció al general Eduardo J. Ávalos que había que sacarlo del medio al Coronel. El hombre de Villa María lo iba a confesar al diario rosarino Tribuna (edición del 16-X-1945) con estas palabras: “Ahora tengo la satisfacción de mi vida, pues mientras creían que yo no hacía nada por el radicalismo, han culminado los trabajos con haberlo sacado a Perón, en compañía de mi amigo Ávalos”.
El Coronel pudo resistir y pasar a la ofensiva con la Aeronáutica, arma que podía bombardear Campo de Mayo, pero prefirió otro camino y renunció a todos sus cargos en la tarde del 9. Después se retiró a su departamento de Posadas 1567, y esa noche esperó el curso de los acontecimientos, acompañado por Evita Duarte, Domingo Mercante, Eduardo Colom y Roberto Pettinato.
La jornada del 10 fue de muchas novedades. Ávalos fue nombrado Ministro de Guerra y el comodoro Edmundo Sustaita, secretario de Aeronáutica, en lugar de Bartolomé de la Colina, leal al Coronel. Por su parte, en recintos del ex-Concejo Deliberante, Perón se fue despidiendo de amigos, funcionarios y gremialistas. Y en la cuadra de Perú, entre Victoria y Diagonal Sur, se iba reuniendo una crecida concurrencia, que aclamaba al renunciante. Y allí, en la puerta que lleva el número 160, fue instalado un palco, a la espera del Coronel, quien llegó a él a las 19.15. Como es sabido, su discurso de despedida fue difundido por Radio del Estado en cadena: el Coronel Mercante había conseguido ese barato del Ministro Horacio J. Quijano.
Ante unas 50 mil personas el renunciante afirmó su mensaje y dijo, entre otras cosas: “Estamos empeñados en una batalla que ganaremos porque es el mundo el que marcha en esa dirección. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos”: palabras que refutan por adelantado a quienes sostienen que Perón ya se daba por vencido. Según un testigo, Patricio Montes de Oca, Evita estuvo allí y pidió a los dirigentes “que ayudaran al Coronel”. Después, algunos grupos se dirigieron a Posadas 1567 para vivar al líder. Cables de ese día, procedentes de Nueva York y de Londres, informaron sobre el aumento en Buenos Aires de títulos en dólares y un alza en la Bolsa de las acciones de ferrocarriles.
Un hecho realmente importante el día 11, para esta historia, fue la designación de Juan Fentanes como Secretario de Trabajo y Previsión. Ajeno a lo que pasaba en la Casa Rosada, en el Círculo Militar, numerosos oficiales del ejército y de la marina debatían un programa de acción política. Fue allí que el mayor Desiderio Fernández Suárez, subido a una mesa, reclamó la cabeza de Perón. En Posadas 1567, el Coronel —convencido por sus leales Mercante, Evita, Pettinato, Paco Muñoz Azpiri, Nicolini, Alfredo Bolognesi y otros— juzgó prudente alejarse de la ciudad. No se dirigió Perón a la estancia de Subiza, según dice la esquela dirigida al general Ávalos, sino a Florida, casa del mayor Arrieta, esposo de Elisa Duarte, para seguir en la mañana del 12 hasta Tres Bocas (Tigre), como invitado de Rudi (Rodolfo) Freude.
La jornada del 12 de octubre fue decisiva, porque cambió de timón el golpe de Sabattini-Ávalos, ahora ganado por la oligarquía. Por su parte, Mercante, no bien se separó del Coronel, se fue a la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde lo esperaban muchos dirigentes sindicales, con quienes habló de una movilización general. Esta reunión fue interrumpida por gente de Ávalos, pero lo principal estaba hecho, porque la idea había sido compartida por unos 80 dirigentes ferroviarios, metalúrgicos, vidrieros, jaboneros, químicos, barraqueros, de la carne y del cuero, entre otros.
En el campo militar antiperonista se endureció la presión sobre Ávalos y Farrell. Al mediodía, Ávalos anunció la renuncia de todo el gabinete. En la Marina, Héctor Vernengo Lima, reemplazó a Alberto Teisaire. En la Plaza San Martín hervía el bando “democrático” frente al Círculo Militar, y se oían estrofas de La marsellesa y gritos de “¡Gobierno a la corte!”, propuesta de la Junta de Coordinación Democrática. En una pared del Círculo Militar, una mano femenina escribió con rouge “Afuera los milicos”. No debe extrañar por eso que esa noche la Policía recibiese orden de desalojar la Plaza San Martín. Mientras se libraba combate en la plaza mencionada, el jefe de policía era enviado por Farrell a Tres Bocas para detener y traer al Coronel, con el pretexto de protegerlo de atentados. Como el Coronel se negó a entregarse, Aristóbulo Mittelbach regresó enseguida. Pero aquél resolvió trasladarse con Evita, a Buenos Aires, de tal modo que el sábado 13, a la madrugada, llegó a Posadas 1567. Y ahora Farrell encomendó al subjefe de Policía, mayor Héctor D’Andrea, la misión de detener a Perón. Y ello ocurrió a las dos y treinta. Y a las 3 y 15 el prisionero llegó a la cañonera “Independencia”, con órdenes de ser llevado a Martín García.
En la tarde del sábado 13 Mittelbach informó sobre la detención de Perón “en un barco de guerra de la Armada”. Y no bien se difundieron las primeras versiones sobre su detención las aguas sindicales empezaron a agitarse, como respuesta espontánea a la inquietud creciente de los trabajadores. Tres figuras vinculadas con Trabajo y Previsión cumplieron una tarea efectiva en aquel medio: Domingo Mercante, Fernando Estrada y Héctor Russo. Por eso, el primero fue arrestado y el tercero llamado a Campo de Mayo. Luis Monzalvo y Cipriano Reyes han contado los trabajos de ese momento y sus contactos con la CGT. Y el domingo 14 de octubre es fecha muy importante en el curso de la movilización en marcha, donde ya actuaban cuerpos de lucha y comités de enlace intersindical. Hubo ese día muchas reuniones clandestinas en Avellaneda, Berisso y otros lugares. Patricio Montes de Oca, el Negro, nos brindó pormenores de la efectuada en Avellaneda. Él era metalúrgico.
Esa mañana del 14 el Dr. Miguel Ángel Mazza pudo ir a Martín García y hablar con Perón. Y juntos planearon diversas acciones: la principal era lograr el traslado del Coronel a tierra firme. A su vuelta Mazza le expuso a Farrell la necesidad de sacar a Perón de Martín García. Pero Mazza también fue portador de cartas, una de ellas para Mercante en la que revela su temor y preocupación de que “se produzca allí algo grave”. En la carta para Evita —que pasó por varias manos— hizo “guerra de zapa”, fingiendo querer casarse y vivir tranquilo. Solamente.
En la tarde del 15, en Tucumán, los sindicatos de fábrica y surco declararon la huelga, empezando el paro en el ingenio Florida. Motivo: la detención de Perón. Al mismo tiempo se plegaron los obreros de bodegas y anexos. Esa misma tarde corrieron rumores de huelga en Rosario y el Diario La Época tituló sin dudar: “La CGT gestionará la libertad de Perón”. En Berisso salió en manifestación, a partir de las 17 y 30, el Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne. Por la noche hubo acalorados debates en Moreno 2969, sede de la CGT. Esa misma noche trascendió la noticia de que estaba autorizado el traslado de Perón a Buenos Aires, para seguir detenido en el Hospital Militar.
En la mañana del 16 varias fábricas de Avellaneda debieron cerrar sus puertas: así el frigorífico Wilson (Valentín Alsina), Campomar, Giardina, Thysen, Lametal y otras del conurbano. Ese martes el vespertino La Época decía: “Los trabajadores de todo el país se han puesto de pie para reclamar la libertad del Coronel Perón...”. Por la tarde, dos caravanas —una de ellas de 6 mil personas— avanzaban desde Avellaneda hacia la Capital y cruzaron por el puente Uriburu; otra columna entró por el puente Pueyrredón. Por el Puente Alsina entraron columnas de diez mil y quince mil obreros, según Noticias Gráficas. Muchos manifestantes llegaron a la Plaza de Mayo, pero fueron dispersados con gases lacrimógenos. A las 21 quedó restablecido el orden.
No podemos dejar de consignar los nombres de cinco protagonistas femeninas de estos días, representativos de todo el resto: María B. de Roldan, Eloísa de Estrada, Evita Duarte, Isabel Erst y Blanca Luz Brum.
En Moreno 2969 el Comité Confederal seguía reunido y discutiendo, y en la noche la huelga se decidió por 16 votos contra 11.
Durante esa jornada del martes en Martín García el Coronel se había negado a ser revisado por el Dr. Nicolás Romano. Lo que vino es sabido: Farrell, por intermedio de Vernengo Lima, dispuso que Perón fuese traído al Hospital Militar Central.
El 17 los “descamisados” marcharon desde temprano hacia Buenos Aires. Se movieron desde Berisso, Ensenada, Avellaneda, Remedios de Escalada, Lanús, Valentín Alsina, Lomas de Zamora, San Justo, Villa Martelli, San Martín, Vicente López y Olivos. ¿Destino? Primero, el Hospital Militar Central, y después la Plaza de Mayo. Por Cabildo y Luis María Campos llegó una importante columna encabezada por el sacerdote José A. Carreras, un cura joven.
Como dijo Arturo Jauretche, igual que en Fuenteovejuna, todos a una.
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