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May 17, 2020 La Quinta Pata Filosofía de bolsillo Comentarios desactivados en La angustia
Origen
Préstamo (s. XV) del latín angustia ‘brevedad’, ‘situación crítica’, derivado de angustus ‘estrecho’ con sentido figurado. De la familia etimológica de angosto (V.).
Venimos hablando sobre los grandes problemas que nos incumben como sociedad: la exclusión social que termina en marginalidad y prisión, el debate mundial sobre priorizar la salud de la población o el sistema económico capitalista, los proyectos políticos en disputa en el mundo y en América Latina, la crisis que abre esta pandemia y la posibilidad de que el mundo cambie.
Pero hemos hablado poco sobre nosotros, sobre lo que nos pasa como personas, en la intimidad de nuestras emociones, como seres que sentimos y sufrimos este acontecimiento amenazante que es la pandemia.
Detrás de las grandes disputas e inmensos debates sociales está cada uno de nosotros, viviendo en carne propia una situación sumamente angustiante. Angustiante en diversos sentidos: la angustia de estar amenazados por un virus, que no es ni más ni menos que la angustia de muerte. La sensación horripilante de estar en peligro, de no saber que tocaste o adonde fuiste y se te pego el bicho maldito en algún lado. La angustia de lo desconocido e imprevisible, por no saber ni de dónde vino ni cómo terminará esta situación. La angustia de tener que romper con nuestra cotidianidad, confinarnos al encierro, de no poder salir a caminar o ver a nuestros seres queridxs y nuestros amigxs. La angustia por la inestabilidad laboral, la falta de reconocimiento por lo que hacemos en nuestro trabajo a pesar de este quilombo, la angustia de que nuestro laburo no nos alcanza para cubrir todas nuestras necesidades o la angustia de no tener trabajo, o incluso, simplemente, la angustia de no querer trabajar en un momento como este.
¿Por qué hay que seguir cumpliendo nuestras responsabilidades como si nada estuviera pasando? El otro día vi un meme que mostraba el Titanic hundiéndose (y decía: la humanidad en el 2020) y en la foto de abajo: los músicos que siguen tocando a pesar de que la vida de todos y la de ellos mismos está en peligro (y decía: Los profes enseñando online). La frase “los profes enseñando online” podría generalizarse a cualquier trabajo que continua o intenta continuar en esta situación. En fin, seguimos haciendo, a pesar de la angustia.
En la historia de la filosofía hay un pensador, Soren Kierkegaard, que es considerado uno de los primeros filósofos que puso sobre la mesa el problema de la angustia. Kierkegaard nos propone la siguiente imagen: Imaginemos a una persona en lo alto de un precipicio. Si esta persona se inclina sobre el borde de principio, experimenta dos tipos de miedo: por un lado, el miedo a caerse; pero por el otro, el miedo que le genera su impulso a tirarse al vacío. ¿Les ha pasado alguna vez esto? Este segundo tipo de miedo surge de la conciencia de que tenemos absoluta libertad de elegir si tirarnos o no. Por eso, para Kierkegaard: “La angustia es el vértigo de la libertad”. Para él percibimos esa angustia ante todas nuestras elecciones fundamentales, sobre todo, cuando somos conscientes de que somos capaces de tomar las decisiones más horribles, más destructivas. Nos encontramos, una y otra vez, con la angustia del devenir, con la angustia del qué será de nosotros y de nuestro futuro, en un mundo en el que, cada vez que debemos decidir sobre nuestra vidas, nos encontramos solos. No hay nadie que pueda tomar nuestras decisiones por nosotros, ni nadie que nos garantice que todo va a salir bien.
La angustia también es un concepto clave para el padre del psicoanálisis. Para Sigmund Freud, hay una diferencia fundamental entre el miedo y la angustia. El miedo supone algo que lo causa: un perro que nos quiere morder, un arma que nos apunta o un virus que nos amenaza. Pero la angustia no es eso. La angustia nace de esperar, de esperar cierto peligro, incluso cuando éste no es conocido o ni siquiera es real. La angustia siempre se refiere al futuro, está «en relación con la espera» de lo que aún no es. En ese sentido, la angustia es en realidad miedo a la nada. Lo que causa angustia es la nada.
Y hablando de la nada, para el filósofo alemán Martin Heidegger la angustia nace de la constante amenaza de la muerte que pende sobre cada uno, y es algo que viene del hecho de ser una existencia temporal y finita. Así como tenemos un principio, nuestro nacimiento, tenemos un final, nuestra muerte. La angustia nace de ser conscientes de ese trayecto. Heidegger dice: “la angustia revela la nada”. La angustia muestra que nuestra existencia termina en la nada.
Para Jean Paul Sartre la angustia nace de la comprensión de que nada tiene sentido ni razón de ser, de que todo es contingente, que todo está ahí, a pesar de nosotros, a pesar de uno, de que las cosas son así, pero podrían haber sido de otra manera, pero no… son así. Y nace de la obligación de elegir, obligación a la que estamos condenados; y encima, para colmo, elegir sin que existan valores absolutos, firmes, claros que nos ayuden en nuestra elección. El mundo sencillamente es, y las cosas sencillamente son, y ni uno ni otras tienen sentido ni dejan de tenerlo más allá o con independencia del que yo quiera darles.
Para la socióloga eslovena, Renata Salecl, uno de las causas más angustiantes de nuestra era es la contradicción entre el mandato de búsqueda del placer y la incapacidad para lograrlo. La ilusión de que el futuro está en nuestras manos y no somos capaces de inventarnos una vida mejor. El capitalismo con sus millones de opciones para consumir y gozar contribuye al proponer una supuesta libertad que sólo se deriva en indecisión y más angustia. La necesidad de ser aprobado por los demás, el deseo de gustar, de pertenecer y sentirse incluido es, según ella, uno de los sentimientos que más angustia producen en esta era.
El filósofo argentino, Darío Sztajnszrajber, dice: “reconciliate con tu angustia, con la angustia existencial porque es liberadora con respecto a un mundo sobrepoblado de sentido donde todo viene con su manual de instrucciones, con sus recetas precisas, todo viene elaborado para que uno use. Hay un valor de la pregunta que es un valor liberador. La pregunta abre. Y lo abierto angustia porque uno está buscando permanentemente certezas que lo tranquilicen. Hacer filosofía es hacer preguntas que desmadren lo que funciona bien. La filosofía no se hace preguntas para encontrar respuestas, se hace preguntas para que las respuestas vigentes se desestabilicen, para pelearse contra el sentido común»
¿Si la angustia devela, si la angustia muestra…entonces… nos toca mirar de frente… eso que muestra? ¿Qué muestra tu angustia? ¿vos… qué pensás?
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